El bebé no se tira
La historia de
la espiritualidad común nos muestra una altiplanicie desagradable en donde se
enredan y traban los más fantásticas escándalos y abusos económicos, sexuales y
de poder. Llevan la razón aquellos que critican a la religión y sus coaxiales defectos.
El problema es cuando estos críticos tiran al bebé –el bebé búdico, crístico, o
el que fuere– con el agua de la tina. Lo noto en mis amigos intelectuales
y artistas: esa reticencia crónica –a veces enfermiza– hacia cualquier cosa
remotamente espiritual. No puedo dejar de pensar que se están negando a sí
mismos poderosas dimensiones de desarrollo y conexión.
Tanto la fe
ciega como el escepticismo ciego paralizan a las personas. ¿Qué hacer para que
la espiritualidad vuelva a sentarse en la mesa de la inteligencia, y converse con
los valores laicos, y de hecho los incorpore a su axiología, asumiendo los
legados de la razón y posmodernos? ¿Cómo planteamos un enfoque espiritual que
se atreva a trabajar con la propia sombra? Sobre todo, ¿cómo generamos una
espiritualidad abierta? En Guatemala estamos muy necesitados de diversidad
espiritual. Los enfoques dominantes actuales son necesarios, pero
insuficientes.
Con esta idea
en mente, imaginé el año pasado una iniciativa llamada Diez Justos, que me
llevó a realizar una serie de entrevistas a personas con variadas perspectivas
espirituales. Ahora, bajo la misma inspiración, echo a andar un club de
lectura, en torno a obras iluminadoras y significativas. La presentación básica del mismo se
llevará a cabo hoy a las 18:30 horas en librería Sophos.
1 comentario:
la religión tiene aspectos valiosos qué ofrecer a la humanidad . como vi un tweet por allí, algo como: "el sabio mira el cielo, el tonto mira el dedo que lo señala"
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