Padme sueña
Allí está echada mi gata Padme. Como todas las gatas del universo, la Padme se la pasa durmiendo gran parte del día. A veces la sorprendo teniendo pesadillas.
¿Qué es eso que empaña su dormir, la pone complicadamente a titilar? ¿Qué hilo nace de la nocturnidad de su cerebro?
No lo sé. En realidad, es una cosa que ni se de mí mismo: por lo general, jamás me acuerdo en la mañana de lo que he soñado durante la noche.
Sólo ahora, que estuve llevando un diario de sueños, empecé a familiarizarme un poquito con la dimensión apabullante del soñar.
Muchos se interesan en los sueños como vehículos de contenidos, ya sea proféticos o psicoanalíticos. Desde siempre hubo personas que atribuyeron a los sueños el rol de ser espejos de información espiritual, y de allí surge la oniromancia. Entra en lo posible, por qué no, pero me parece que sólo ocurre en consciencias muy notables. Siempre hay un convencido que dice que Dios le platicó en un sueño, cuando a lo mejor sólo hubo movimientos en sus niveles de sodio, por decir, y eso se correlativizó en su producción de imágenes mentales. Por otro lado, no me parece que sea tan relevante pasarse una vida entera durmiendo con un libro de papá Freud debajo de la almohada, interpretando compulsivamente los silogismos del inconsciente.
Me interesa más el fenómeno de los sueños porque abren fuentes insospechadas de energía poética (“el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas”). Y porque los sueños son esos maestros que nos muestran que en realidad aplicamos las mismas estructuras oníricas de la vida nocturna a nuestra vida diurna. Visto desde este punto de vista, no son los contenidos lo importante: lo son las formas. Formas que se repiten una y otra vez, sin que nos demos cuenta de ello, como en una alucinación o impostura sin fin…
Padme, despierta, Padme…
(Columna publicada el 11 de junio de 2009.)
¿Qué es eso que empaña su dormir, la pone complicadamente a titilar? ¿Qué hilo nace de la nocturnidad de su cerebro?
No lo sé. En realidad, es una cosa que ni se de mí mismo: por lo general, jamás me acuerdo en la mañana de lo que he soñado durante la noche.
Sólo ahora, que estuve llevando un diario de sueños, empecé a familiarizarme un poquito con la dimensión apabullante del soñar.
Muchos se interesan en los sueños como vehículos de contenidos, ya sea proféticos o psicoanalíticos. Desde siempre hubo personas que atribuyeron a los sueños el rol de ser espejos de información espiritual, y de allí surge la oniromancia. Entra en lo posible, por qué no, pero me parece que sólo ocurre en consciencias muy notables. Siempre hay un convencido que dice que Dios le platicó en un sueño, cuando a lo mejor sólo hubo movimientos en sus niveles de sodio, por decir, y eso se correlativizó en su producción de imágenes mentales. Por otro lado, no me parece que sea tan relevante pasarse una vida entera durmiendo con un libro de papá Freud debajo de la almohada, interpretando compulsivamente los silogismos del inconsciente.
Me interesa más el fenómeno de los sueños porque abren fuentes insospechadas de energía poética (“el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas”). Y porque los sueños son esos maestros que nos muestran que en realidad aplicamos las mismas estructuras oníricas de la vida nocturna a nuestra vida diurna. Visto desde este punto de vista, no son los contenidos lo importante: lo son las formas. Formas que se repiten una y otra vez, sin que nos demos cuenta de ello, como en una alucinación o impostura sin fin…
Padme, despierta, Padme…
(Columna publicada el 11 de junio de 2009.)
3 comentarios:
hola, esta muy interesante, tanto que me entra la duda de como hago para conseguir alguno de tus libros?....saludos
Teleenvía mi Lucifer Sam un maullido cariñoso a Padme.
No hay como los gatos o los bebés para saber dormir.
Me encantó Padme Sueña!
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