Aceite hirviendo
Alvaro Arzú perpetúa su arquetipo de doncella en fase de posviolación, y ya comienza a calentarnos a todos los huevos con eso de victimizarse todo el maldito tiempo.
Lo vimos en la tele, en donde puso los nombres de todos los periodistas que nunca llegaron a su convocatoria –en su mente un gesto contundente, provocador, casi artaudiano– porque además de nene es un moralista sin solución.
Le vimos en la tele los primeros dos minutos, pero rapidito zapeamos, y nos pusimos a ver el canal más alejado del canal en donde él estaba. Apenas si alcanzamos a escucharlo decir que con la Ley de Acceso a la Información Pública habrían miles de personas pidiéndole cuentas cada mañana (cosa incierta) y que no le alcanzarían las fotocopiadoras para tanta demanda. Pues lo pone todo en Internet y santísimo remedio, carajo. Arzú seguirá siendo el Fantasma de la Comuna aunque pretenda ahora darse al diálogo, porque en sus genes hay vastos yacimientos de solipsismo brutal, encubridor, y su silencio advocativo es un territorio que no se limita a los fideicomisos. Oh, negrísimo silencio de posguerra, puro aceite hirviendo. No se saldrá con la suya, pero queda claro que su larga vida en la administración pública le ha enseñado a hacer control de daños y procrastinación calculada, y en eso está, aguando la tinta.
Con lo del IUSI le da la espalda a mucha de la gente que lo puso otra vez en el puesto, dando una lección perenne de autosabotaje político. Todos los adictos del poder terminan generando esta clase de deslices, tarde o temprano. Los medios por demás no dejarán de recordarle que los problemas monumentales –los grandes tikales de la administración municipal– quedan aún por resolver.
Arzú se olvida que no está en donde está por su genialidad –no hay tal cosa– ni por sus reconocimientos (que son la carne de la muerte) sino porque no había, sinceramente, otro.
(Columna publicada el 17 de julio de 2008.)
Lo vimos en la tele, en donde puso los nombres de todos los periodistas que nunca llegaron a su convocatoria –en su mente un gesto contundente, provocador, casi artaudiano– porque además de nene es un moralista sin solución.
Le vimos en la tele los primeros dos minutos, pero rapidito zapeamos, y nos pusimos a ver el canal más alejado del canal en donde él estaba. Apenas si alcanzamos a escucharlo decir que con la Ley de Acceso a la Información Pública habrían miles de personas pidiéndole cuentas cada mañana (cosa incierta) y que no le alcanzarían las fotocopiadoras para tanta demanda. Pues lo pone todo en Internet y santísimo remedio, carajo. Arzú seguirá siendo el Fantasma de la Comuna aunque pretenda ahora darse al diálogo, porque en sus genes hay vastos yacimientos de solipsismo brutal, encubridor, y su silencio advocativo es un territorio que no se limita a los fideicomisos. Oh, negrísimo silencio de posguerra, puro aceite hirviendo. No se saldrá con la suya, pero queda claro que su larga vida en la administración pública le ha enseñado a hacer control de daños y procrastinación calculada, y en eso está, aguando la tinta.
Con lo del IUSI le da la espalda a mucha de la gente que lo puso otra vez en el puesto, dando una lección perenne de autosabotaje político. Todos los adictos del poder terminan generando esta clase de deslices, tarde o temprano. Los medios por demás no dejarán de recordarle que los problemas monumentales –los grandes tikales de la administración municipal– quedan aún por resolver.
Arzú se olvida que no está en donde está por su genialidad –no hay tal cosa– ni por sus reconocimientos (que son la carne de la muerte) sino porque no había, sinceramente, otro.
(Columna publicada el 17 de julio de 2008.)
3 comentarios:
Maurice, hoy recorde una tarde de octubre que te encontré en la entrada de Soloteatro. Me viste bien panzona a punto de dar a luz a mi hijo. Me viste curioso y me preguntaste extrañado ¿estás feliz? tu pregunta me dejó fría esa vez, pero me hago la misma pregunta desde entonces...
Maestro
Exacto, no habia mas de donde escojer: mediocridad
JM: Sí, es una pregunta muy seria.
CRISTIAN: Mediocridad es no poder escoger. La mejor definición.
m.
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