Radical libre
Respirar es una actividad sumamente corrosiva. Cada vez que respiras tu cuerpo se muere otro poco. Con cada respiración te degradas un tanto más (estrés oxidativo, por exceso de radicales libres). Para tanta metáfora mierda sobre el aire, resulta que igual nos mata, indirectamente. Este aserto de la ciencia invalida la creencia universal de que respirar es parejo a vivir. Podríamos decir que respirar es una cuarenta y cinco que alguien ha colocado en la sien de tu sangre.
Si respirar es venenoso, lo menos que puede hacer uno es respirar en el Lugar Correcto. Es un arte eso de respirar en el Lugar Correcto. El Lugar Correcto no es un lugar único, sino un lugar cambiante. Se mueve, es casi irritante lo que se mueve. Y mi discernimiento me dice que ahora el Lugar Correcto es –quién lo hubiera dicho– el Lago de Atitlán.
Oh no, no soy ningún seminarista del LSD, freak ecológico, marxista new age, ni he sido amancebado por los extraterrestres, que yo sepa. Es sólo que cuando vi esa amable casita –camino a Santa Catarina Palopó– con su inesperada terraza y sus gatos y su chimenea y su senderito que baja y que baja, algo me dijo: ah sí, esto es.
Hay que amolar la cuchilla. Hay que defenderse en esta vida. Hay que buscar el Lugar Correcto.
La belleza del Lago es bestial. Observo, percibo, contemplo, embelesado, a esta hora crepuscular, los mil reflejos dorados, que se desorganizan para dar a luz otro palimpsesto extasiante. Lo moral sería desangrarse viendo esta escena tremenda. Es lo que buscan todos esos pálidos turistas; para eso vienen a Hispanoamérica, en búsqueda de otra cosa que un seguro social.
Fuera de la intriga presupuestaria, y de ciertos inconvenientes previsibles que supone vivir lejos de la capital, estoy completamente emocionado. No soy inmune a los malditos radicales libres, pero sépase que soy un radical libre yo también.
(Columna publicada el 8 de mayo de 2008.)
Si respirar es venenoso, lo menos que puede hacer uno es respirar en el Lugar Correcto. Es un arte eso de respirar en el Lugar Correcto. El Lugar Correcto no es un lugar único, sino un lugar cambiante. Se mueve, es casi irritante lo que se mueve. Y mi discernimiento me dice que ahora el Lugar Correcto es –quién lo hubiera dicho– el Lago de Atitlán.
Oh no, no soy ningún seminarista del LSD, freak ecológico, marxista new age, ni he sido amancebado por los extraterrestres, que yo sepa. Es sólo que cuando vi esa amable casita –camino a Santa Catarina Palopó– con su inesperada terraza y sus gatos y su chimenea y su senderito que baja y que baja, algo me dijo: ah sí, esto es.
Hay que amolar la cuchilla. Hay que defenderse en esta vida. Hay que buscar el Lugar Correcto.
La belleza del Lago es bestial. Observo, percibo, contemplo, embelesado, a esta hora crepuscular, los mil reflejos dorados, que se desorganizan para dar a luz otro palimpsesto extasiante. Lo moral sería desangrarse viendo esta escena tremenda. Es lo que buscan todos esos pálidos turistas; para eso vienen a Hispanoamérica, en búsqueda de otra cosa que un seguro social.
Fuera de la intriga presupuestaria, y de ciertos inconvenientes previsibles que supone vivir lejos de la capital, estoy completamente emocionado. No soy inmune a los malditos radicales libres, pero sépase que soy un radical libre yo también.
(Columna publicada el 8 de mayo de 2008.)
8 comentarios:
Vivi unas semanas en San Pablo la Laguna, no en el pueblo, precisamente a la orilla del lago, en una casita con muelle, entre sembradillos de cebolla y achiote, cafetales perdidos etc. Si Atitlan no es el paraiso, es algo muy parecido.
Puedo considerarme dichoso por estar lejos del cortejo de desadaptados urbanos. Me gusto más así, provincializado. m.
No sé si sea el paraíso, talvez el de los escritores. Porque ante la bestial magnificencia de Atitlán sobran las palabras... Por cierto, metafórica y fisiológicamente hablando, no sólo respirar produce radicales libres... todo en este mundo decadente nos mata un poco. Qué bien, ¿no?
Huy Santa Catarina, si bajas al lago por el pueblo hay un lugar en donde venden comida, es frente a donde salen las lanchas, casi nunca hay gente pero eso no significa que no sea bueno.
saludos
lu!
Sí, hay escenarios, no por desolados, menos extraordinarios. Talvez por ello. m.
¿Un lago-epifanía, lago-poema, un espejo mejorándonos? Te sigo leyendo, abrazos!
Hay que echar el corazón al fondo del lago y verlo hundirse a la hora de crepúsculo. m.
En Semana Santa... Yo religiosamente peregrinaba a Panajachel, si a Pana... creo que deje eso, la ultima vez fui mejor a San Juan La Laguna y me gusto mas la desolacion y relajacion del lugar.. La belleza se encuentra en la simplicidad de las cosas y lugares..
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