'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Éramos niños

Éramos niños.– Éramos niños y nos gustaba tocar insectos. También rodar por los barrancos hasta los Abismos del Pelo Mojado. No eran ni las diez, y ya los senderos nos indicaban mundos fantásticos de cuevas, shurikens, demonios a derribar, entre las hierbas eternas. Y qué extraño era cuando los árboles nos petrificaban en su resina dorada. Entonces había que esperar hasta que el cenit derritiera el barniz. El primero en liberarse ayudaba a los demás. Seguidamente, abríamos franjas en puntos secretos y ahí escondíamos las armas y puñales del mañana (nunca habríamos de recordar donde fueron puestos). Volvíamos heridos, ensangrentados y felices, y comíamos mucho, mientras nuestros padres hablaban de cosas confidenciales, turbias y enlutadas, propias de la circunstancia y de la época (éramos niños, éramos tan niños). Por la tarde, volvíamos a salir, nuestras pequeñas manos vírgenes se armaban de piedras y rompían Cosas. Luego migrábamos a los cementerios de la chatarra, y caminábamos a la par de los ríos residuales. También consultábamos al Muerto del Domingo, el de la Fábrica en Ruinas: «Señor Declinado, ¿cuánta felicidad aún nos queda». «Aún hay tiempo», contestaba, por tanto corríamos y corríamos (¿cómo puede ser que nunca nos cansáramos?) y visitábamos los gigantescos agujeros de la tierra, en donde los albañiles luminosos todavía jugaban al fútbol. Regresábamos con la última tarde y una sensación horrible en el pecho: no habíamos hecho los Deberes y las Tareas. ¿De qué hablaban nuestros padres, por cierto, que ya no comen con nosotros?

En el turno de la noche.– Convengamos que en el turno de la noche es cuando ocurren las cosas más extrañas. Para empezar, las ratas brotan de las tinieblas, con pequeños insectos en sus lomos. Sin el efecto del sol, los arcontes venidos a menos cuentan historias vergonzantes de la vida pública. Se oyen a las viejas, grotescas cortesanas, reclamar a sus hijos abortados.  Los ciegos salmodian, entre los pasillos, extraños sortilegios, de raras vibraciones. Un mesías entra a la tienda en un asno confundido, y ofende a los presentes. Las cosas de plástico se hacen de bronce, y las cosas de bronce se hacen de hueso. Es en la noche cuando los reidores establecen los nuevos códigos de su ironía. Y cuando los onanistas pasan a ser los beneméritos –y cuando los muertos se quitan por fin la máscara. En el parqueo suenan tres tiros bien marcados, durante el turno de la noche.

Precauciones.– Esta es la guerra, la perpetua. Nuevamente la lluvia se transforma en carne. Y los días vuelven a traer sus sangres prolongadas. Por lo mismo es que se les aconseja mucho a las niñas que se cosan los cuchillos a las manos. Se les explica: la vida es noche y siempre fracasa. Así advertidas, se les insta a matar sus hermanos. Y a las madres se les ruega que destruyan sus vecindades, de tal manera que el mismo enemigo ya no pueda hacerlo.


(Buscando a Syd publicada el 8 de febrero de 2018 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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