'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Dialógico

Se habló del diálogo la semana pasada, pero no se vio ningún mapeo. Lo que se vio, por el contrario, es una gran premura por establecer pseudodiálogos. Y de esos hay como varios.
           
Está, para empezar, el diálogo inútil, inoperante. Diálogos que son como ese puente de Chinautla que costó 24 millones y no lleva a ninguna parte: muy onerosos, en términos de energía y recursos, mas no sirven de nada. En lo particular soy de los que creen –contra el culto y dictadura de lo consensual– que las mesas de diálogo, aisladas de otras formas de decisión, están condenadas a la desfoliación y el fracaso. Terminan encallando en pactos blandos o llana burocracia.
           
Desde luego está el diálogo decorativo, el falso diálogo, el postizo. El del Presidente, que habla de una conversación nacional, y jura tener las puertas abiertas, cuando él mismo es un inaccesible, un contraído, que solo da la cara para vernos la cara. Un ejemplo de diálogo retórico es el diálogo ostracista que se cierra a otras formas de diálogo, aún siendo estas significativas. Es el diálogo que excluye el diálogo. Liderado siempre por el más sellado statu quo y siempre operado por alguna cepa de rapaz supraindividualidad. Ese vivero de oportunistas y cínicos verificados que no poseen real voluntad de cambio comunal ­­–todo lo contrario– pero siempre desean comer del mismo. Para lo cual cooptan el discurso del consenso.
           
Esto tiene que ver con otro modo de pseudodiálogo: el diálogo no representativo. El que no toma en cuenta las afluencias periféricas –no por periféricas menos importantes– de la plática. El que prohíbe la entrada a actores limpios por incómodos (y si los dejan entrar, los colocan en una situación claramente asimétrica).

También tiene que ver con el diálogo ilegítimo: operado, manipulado y controlado por grupos manchados de interés. ¿Se puede ser juez y parte en estos asuntos? ¿Cómo es que terminan siempre los mismos expoliadores en las mismas mesas dando la misma distribución de la ideología, el capital y las oportunidades nacionales? Y sin embargo ellos ya dialogaron antes, ya fallaron, ya le fallaron al país.
           
En términos globales, el pseudodiálogo es uno en donde las partes no quieren, saben o pueden realmente dialogar. Esto incluye, desde luego, a quienes moderan y gestionan el dicho diálogo. No es cuestión de buscar instituciones más o menos patriarcales y honorables para guiar la conversación: dichas instituciones no cuentan con el cerebro o nivel de consciencia para formular soluciones colectivas relevantes, no obsoletas (viven en otras calendas), para la clase de complejidad que estamos viviendo. Un sistema cuya concepción de unidad es limitada no puede formular un proyecto de unidad superior. Se requiere un tesauro más sofisticado: códigos conceptuales y también pragmáticos más fluidos e integrales.
           
A la vista de nuestra situación actual, de veras no es necesario pontificar demasiado sobre los peligros de que el intercambio no figure en nuestro mercado de valores. Todos los conocemos bien, esos peligros. Pero sí es de resaltar que hablar de diálogo sin antes hablar de las condiciones del mismo es más que un despropósito. Puede parecer lento y lioso, pero es absolutamente necesario. Despacio que tengo dignidad.
           
Por supuesto, siempre queda otra opción: el no diálogo, que no es otra cosa que diálogo alterno: contradiálogo.
           

(Buscando a Syd publicada el 5 de octubre de 2017 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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