'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Postescritores

Muchas personas que hubieran sido en otra época escritores clásicos han quedado en escritores de posts, es decir postescritores.

Esto ya lo he dicho antes: la libido literaria que otrora se destinaba a ensamblar un corpus literario hoy se reparte en una miríada de comunicaciones automáticas. Aquella prescripción clásica y persuadida de escribir cinco, diez o quince libros estimables a lo largo de una vida se ha ido francamente erosionando.

Todo empezó con el blogging, el articulismo corto, la opinión rápida. Luego pasamos al microblogging, es decir al tuiteo. La reverberante Gloria Literaria, entendida como la proeza de perdurar en la memoria humana a través de la palabra, cedió lugar a lo instantáneo, desalojando toda linealidad diacrónica. El espacio gramatical se concentró en mónadas apretadísimas de sentido. Estos chicos de ahora son brillantes para escribir frases, pero no saben, o no quieren, unirlas en estructuras de aliento.

Yo también –incluso proviniendo de otra era y otra forma de entender la escritura– he sucumbido a esta tendencia, reforzada por el hecho de que no hay actividad más frustrante que publicar a la antigua, especialmente en este país, por las condiciones generales y porque a nadie realmente le importa (dicen que sí, pero no es cierto). Y si bien sigo escribiendo libros, ya no lo hago como antes, cuando escribir era escribir una obra. Y por obra no quiero decir un libro, sino una bibliografía. Levantar una bibliografía: tal era el dictum de la cultura textual en la cual yo nací y me crié.

Es un dictum que por estos días me va dando lo mismo. Incluso puedo decir que desde que escribo en las redes sociales, escribo peor. Lo cual tampoco está mal: a veces lo peor es lo digno, como lo dejó claro el punk y el no future. Ya en términos globales, no estoy de humor para condenar la literatura de la atomización, que en realidad es solo otra forma de entender la palabra y propagarla. De hecho yo siento que las redes sociales trajeron mucha vitalidad al universo escrito, además de permitir el ingreso al club escritural a las mayorías, cuando antes solo podían entrar los esnobs de siempre.

Dicho lo anterior, a mí me parece que de nuestras preciosas redes sociales no surgirán los futuros Cervantes, Prousts, Stephen Kings, Foster Wallaces, Bolaños. Es decir: puede que estos escriban en las redes sociales, pero no será gracias a ellas que consagrarán vastas obras monolíticas. La mayoría de postescritores rendirán un thread inconexo de tuits, como florecillas silvestres, poco más.

Que alguien en el futuro se tome la molestia de leerlos, esos tuits y posts, en su totalidad y como algo coherente, es una imposibilidad, porque el espíritu de los soportes que los contiene no es particularmente retroactivo y narrativo (es cierto que algunos llevan sus tuits al viejo contenedor impreso, pero eso es más anecdótico que otra cosa).
           
Realmente: ¿quién querría leer en el futuro una masa de apuntes en diáspora, apenas unificados por una cotidianidad sin relevancia, y una repetitiva opinión sobre el miasmático estado de las cosas?

Es otra cosa: la trascendencia literaria implica la abolición del narcisismo, y digamos que a las redes sociales, tal y como están planteadas hoy en día, no es que les fascine agenda semejante.


(Buscando a Syd publicada el 20 de julio de 2017 en El Periódico.)

No hay comentarios:

Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
Creative Commons License
Buscando a Syd by Maurice Echeverría is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 Guatemala License.