'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Payasos


Podríamos hablar de ese arquetipo poderoso: el payaso.
           
Hay payasos de espíritu muy noble, payasos productores de alegría, angelicales payasos –puro amor y candidez. Regalan perritos de globo mientras el sol de la tarde reverbera sobre la tierna cocacola, ya servida en vasitos de plástico. A esos payasos los queremos bastante.
           
O no. Hay mara que frikea con los payasos (en cuenta, si recuerdan, Kramer, de Seinfeld) y es porque hay algo de frikeante en ellos. Será porque el payaso representa, en su atuendo extravagante, lo Otro amenazante, portador de una magia oscura: el humor, portal a nuestros demonios más privados, a nuestras fatales menudencias, a nuestros sentimientos más intensos de inadecuación. ¿Nunca han estado en un circo rezando porque el payaso no los elija de entre el público? Yo sí.
           
La cultura popular no ayuda, pues abunda en referencias de payasos para nada solares, así por ejemplo el clásico Guasón, de Batman, o el payaso de It, del gran Stephen King. Cuando yo era adolescente escuchaba una banda de metal llamada Dangerous Toys. Y miraba con fascinación las portadas de sus discos, en donde aparecía un payaso extravagante y mala taza. Payasos de dientes podridos que han alimentado nuestras más sinceras pesadillas.
           
Ese payaso eterno de la noche, como sacado de una oscura teúrgia, y que, desde su macabra sonrisa, nos comanda y nos hipnotiza, y nos congela la voluntad. La única forma de lidiar con un payaso así es quebrándole una botella de vidrio e insertándole el chaye en la yugular, para que mane una ola de sangre, cosa que he hecho un par de veces.
           
De otro modo será el payaso quien nos liquidará a nosotros, y será él quien nos irá jalando de una pierna sin vida a través de algún pasillo oscuro, iluminado intermitentemente por los fogonazos de alguna tormenta. Así funcionan estas cosas.
           
Aparte de los payasos alegres o los que dan miedo, los hay que dan y destilan asco. Todos nos hemos encontrado alguna vez con un payaso bolo y sucio y tosiente y patético. ¿Nunca vieron esa película de humor negro, Shakes The Clown (1991)? Pues algo así.      
           
Payasos como esos son muy fáciles de encontrar en cualquier país del tercer mundo que se respete, por virtud de esos pequeños circos repugnantes y descosidos que lo van recorriendo (siempre hay un gazmoño que pretende sublimarlos). O payasos de la calle, como ese que vi la otra vez, el más triste que he visto en toda mi ramera vida. A lo mejor Arjona lo agarra y le da brete en su nueva gira, como a Panchorizo.
           
También están los payasos ridículos. Argumentará el listo del salón que esa y no otra es la intención de todo payaso: la ridiculez. Pero yo distingo entre la ridiculez virtuosa y la ridiculez involuntaria. En esta última categoría entra el Presidente, que inveteradamente recibe memes insaciables al respecto. Por muy serio, director y moralista que se ponga, por muy sermoneador y gendarme, ese mote de fantoche es que jamás se le quita. Como no se quita la percepción de que su gobierno es una broma de mal gusto.


(Buscando a Syd publicada el 11 de mayo de 2017 en El Periódico.)



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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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