'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Carros


Contemplaba el otro día los dos o tres rayones nuevos que hay en la superficie de mi vehículo –cortesía de la prepotencia de una de las vecinas del edificio en donde vivo– y me puse a pensar, entonces, en los carros que he tenido.
           
El primero fue una cucaracha amarilla, del año 74. Alemana. Ese carro se utilizó en casa de mis padres durante tantísimos años (viajábamos en ella por el puente Belice, por las noches, hacia la zona 18, que era donde vivíamos). Como era de esperarse, eventualmente heredé la mentada carcacha. Fue bautizado Cucal por los cuates del colegio. Si les contara las  patoaventuras que viví en esa cosa. Nunca me dejó tirado, a pesar de que jamás tenía gasolina, y de que estaba bastante vergueada. El piso, todo oxidado, literalmente se estaba cayendo, de tal manera que mientras manejaba podía ver la calle. Y sin embargo en otro sentido el carro era muy sólido y Cucal resistió como un campeón toda clase de embates. Lo que no resistió es el robo: me lo robaron a punta de pistola, frente al portón de mi casa. ¿Quién querría robar un carro tan viejo como ese, me pregunto?
           
En fin, después tuve un Daihatsu, que no era exactamente el automóvil más fiable y seguro del mundo. Aún así me llevó a lugares, y entre esos lugares algunos muy nocturnos. Yo agarraba, como siempre agarraba, para el Gallito, para comprar lo que tenía que comprar, escuchando Da Game is to be Sold, Not to be Told de Snoop Dogg, porque yo me creía un chico muy duro. Siendo la clase de drogadicto/alcohólico que era sin embargo no fui yo el que causó el accidente. Me refiero a esa vez cuando una conductora, en la zona 1, tarde ya, decidió prescindir del mensaje enviado por el semáforo en rojo, provocando que mi carro diera vueltas y colisionara ostentosamente. El carro no quedó muy bien que digamos, luego del choque, aunque se reparó como se pudo.
           
Cuando lo terminé vendiendo por nada, yo ya vivía con CL6, que tenía un Golf precioso que eligió darnos una buena dosis de felicidad, y que nos llevó por las carreteras salvajes del país.
           
Más tarde vendría la Negra Tomasa, que es como le decimos a nuestra camioneta actual (el golfito lo terminamos vendiendo, pues no teníamos dónde parquearlo). La Negra Tomasa nos ha acompañado hasta la fecha, realmente nos ha hecho huevos. Así por ejemplo cuando nos fuimos a vivir a Pana (vivíamos en Pana pero siempre había que venir mucho a la ciudad y era entonces una manejadera). A la Negra Tomasa siempre procuramos cuidarla, por el cariño que le tenemos, pero nunca falta el ingrato, o ingrata, que no solo provoca algún accidente, además no asume las responsabilidades del caso. El último de esos percances fue la semana antepasada, por culpa de esa vecina que ya les cuento provocó todos esos rayones, y tampoco quiso pagar ni verga.
           
Veo los rayones del auto, y me duele un poco. Dirán algunos: “¡Pero si solo es un carro!”. No me quiero poner excesivamente místico aquí, pero creo que tenemos derecho a sufrir por lo que, quizá de un modo equivocado, llamamos inanimado, y eso incluye nuestros carros. No es materialismo pues –nunca he sido una persona especialmente materialista– sino todo lo contrario.


(Buscando a Syd publicada el 2 de marzo de 2017 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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