Eureka
En mañanas como esta me siento particularmente creativo. Particularmente si me tomo una larga larga ducha.
Me pregunto por qué, debajo de la
regadera, mi cerebro estalla en ideas y promociona tantísimos ajás. CL6 me lo
explicó alguna vez. No sé qué de la ionización negativa. Es todo lo que
recuerdo. Tendré que preguntarle de nuevo.
Para mí que el regaderazo se lleva la
suciedad física y conjuntamente se lleva la suciedad imaginativa, y las ideas
empiezan a fluir. No es del todo distinto a ser tocado directamente por la musa
Polimnia cuya influencia multiplica las stanzas nobles y los delirios
geométricos.
Un buen aseo garantiza una penúltima
decente, un cuento chilero, un post irrevocable. También me pasa que mientras
me limpio la chilaca de golpe recibo mucha luz respecto a un determinado asunto
de mi vida laboral o personal, o de mi devenir general. Algo que no tenía mucho
sentido de pronto se cristaliza en una fórmula elegante. Claridad acaece.
Se dice que Arquímedes estaba un día
dándose una tina, tal vez una paja, cuando comprendió que el peso de su cuerpo
era análogo al peso del fluido desplazado por el sumergimiento del mismo. Se
fue por las calles, en estado priápico, gritando Eureka. Ya ni se vino. Qué
momento.
Recuerdo haber leído un artículo,
escrito por uno de esos muchos autoproclamados genios de la publicidad, que
enumeraba todas las cosas requeridas para tener buenas ideas, y una de ellas
era darse largas largas duchas.
Yo no tengo problema con darme largas
largas duchas. Son largas largas y muy placenteras, aunque también repletas de
culpa ecológica (por el líquido desperdiciado), culpa de clase (por el privilegio
del agua, mientras hay colonias, barriadas, pueblos y caseríos que nunca la
tienen) y culpa general sensocéntrica (cuando pienso por ejemplo en esas zonas
africanas en donde precisan caminar millas y millas para abastecerse de una
miseria hídrica y en donde solo hay costillares de animales represaliados por
la sequía y el sol que hemorragia calor y muerte). La Tierra se mueve para
unos. Para otros no tanto.
Lo que compensa toda esa culpa es el
hecho de que, en la regadera, o Caja Sináptica, como ya le llamo, emanan toda
suerte de insights creativos, intelectuales y hasta místicos. Las revelaciones
no serán ante el altar, sino ante el Head & Shoulders.
Tanto que ahora mantengo un cuaderno de
apuntes en el baño, y nomás termina la ablución, salgo hecho pistola a apuntar
todo eso. Si pudiera tomar tales apuntes durante la ablución, lo haría. Estoy
seguro que algún día, por la urgencia de una anotación, me resbalaré y desnucaré.
Pero entiendan que tengo cuarenta años y cada vez menos ideas y las pocas que
tengo las procuro guardar. Ese capital visionario es que hay que cuidarlo.
¿No hay ideas? ¿Sufre de página en
blanco? Tome una larga larga ducha. No se sorprenda si resuelve la Conjetura de
Hodge o incluso la situación del país. Pero para resolver eso último
necesitaría una larga larga ducha de cómo un año. Miento. De mil.
(Buscando a Syd publicada el 2 de febrero
de 2017 en El Periódico.)
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