Visión clara
En la sala de
espera del oculista. Me vine a ver los ojos, porque de un tiempo para acá los
ojos me han estado dando molestias y porque miro algo pero ya no igual.
Yo he sido
choco de siempre, de niño, aunque mi madre tardó un tiempo en detectarlo.
Cuando me pusieron anteojos la primera vez, sentí que un nuevo mundo se abría,
exultante, lisérgico. De golpe un panorama tedioso y de sombras se transformó
en una poderosa experiencia fenoménica: las hojas de los árboles cobraron una
formidable individualidad; los rostros me ofrecieron rasgos bellos y precisos;
las nubes se hicieron de pronto muy interesantes.
Eventualmente,
terminé operándome ambos ojos con láser, una operación bastante exitosa. Con
ello terminó todo un período de mi vida, e incluso una identidad: la resabida
identidad del que usa lentes.
Pasaron muchos
años sin yo tener problemas en la vista. Pero como ya dije de un tiempo para
acá la miopía ha vuelta a manifestarse, cosa que a lo mejor es normal en estos
procesos, después de un tiempo. No regresó como antes, pero ahí está, y aquí me
tienen.
Mientras
espero mi turno en la sala de espera, escucho con los audífonos un fascinante
audiolibro sobre reorganización, un tema que me provoca suficiente interés
últimamente. Este audiolibro en particular es tremendamente innovador y
visionario. Visionario en el sentido que le da Swift a la visión: ese arte de
ver lo que es invisible para otros.
Para mí
escuchar esta clase de materiales es una manera de refinar mi mirada interior
sobre el mundo y cómo funciona. Y es que así como uno es miope físicamente lo
es también mentalmente. Helen Keller –que como se sabe era sordociega– dijo
alguna vez que la persona más patética del mundo es aquella que tiene vista
pero no visión.
Hoy más que
nunca necesitamos aumentar nuestro poder visionario, tanto en lo privado como
en lo público. La complejidad cultural ha tomado formas laberínticas, lo cual
quiere decir que nuestros sistemas de navegación deben sofisticarse. De otra
parte, es cada vez más obvio que las bases mismas de nuestra sobrevivencia
están en juego –la red de la vida– y si no queremos terminar como mero débris
en las playas del exterminio, tendremos que generar soluciones más avanzadas de
cohabitación global. Lo cual demanda un resto de claridad.
Para generar
visión se precisa tener marcos funcionales de interpretación. A veces pasa que
nos ponemos anteojos interiores (por ejemplo ideológicos) que de plano no
funcionan. Más bien ensombrecen nuestra visión, lejos de arreglarla. A lo mejor
son gafas anticuadas, que ya no responden a las necesidades actuales, que no
engarzan con las posibilidades futuras. Hay que tomar en cuenta que las
condiciones objetivas y socioculturales están cambiando constantemente, por
tanto se requiere un continuo proceso de afinación de nuestra mirada.
Esas cosas pienso,
cuando el doctor abre la puerta y me invita a pasar a su consultorio. Ya
veremos, pues.
(Buscando a Syd publicada el 8 de
diciembre de 2016 en El Periódico.)
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