'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El Disminuido

Quien conozca al Disminuido, que le ofrezca un abrazo. Dios, que alguien abrace al Disminuido. Pero no servirá de nada.  El Disminuido está más allá de todo afecto. En el inventario, en el balance de su vida, solo hay una larga columna oscura. En una época todavía le veíamos caminar o realizar ciertas liturgias, pero luego una esfera de tedio, una tediosfera, penetró su corazón sin defensas, y perdió todos sus poderes. Los machos alphas y los proxenetas lo pateaban, en los callejones, lo ahogaban en algún río de entropía, incluso le cortaban los tendones. Por tanto, el Disminuido ya no sale más de la estación espacial en donde vive. Los clanes y las tribus, recíprocamente, ya no lo buscan. De su estado deplorable, de su chovinismo hipertrofiado, de su lógica torcida, de su amplia arrogancia, ya ni hablan. Y él se pasa las tardes leyendo a autores norteamericanos del siglo pasado, o hablando solo. Ahí lo tienen: el Disminuido. Hace meses que no termina una canción. Para él, todo es ya débris y todo eco. El Disminuido es menos siempre. Es menos más. Crecerán las flores, pero crecerán en la muerte. Crecerán más que nada en la locura, y no en la dulce, no en la sedante, sino en la irreductible, en la fractal locura del Disminuido, que por estos días se está quedando sordo. Pobre Disminuido. Su fluido vital se escapa por las rajas de sus dientes. Para el Disminuido ya todo es Cuesta Abajo. En su universo no existen los tónicos. Come lechugas podridas y amarillas. Eso explica porque da tanto asco a las felatrices. No tiene dinero, así que escucha la misma canción, la misma ranchera anciana que dura siempre lo mismo (2:56) y que lo va catabolizando milimétricamente. Para mientras, sus gónadas se van haciendo chiquitas, chiquitas. Sus años son como lotos desgarrados por los ácidos de la noche. El cadáver de la mano de su madre está en una prisión de legos. El Disminuido grita como un profesor loco, como un rey chalado y vanidoso y charlatán y castizo. Sus dedos explotan como errores. A veces escribe cosas en las paredes con un marcador que ya no pinta. Los guiones inacabados yacen y se historifican en su escritorio.  Entretanto la estación se cae a pedazos, como un tugurio abandonado, saturado de camarillas de cuervos y zanates navajeros, los eternos ocupantes, los genuinos herederos, que duermen y se amanceban y se matan entre ellos. Todas las esquinas del Disminuido están deprimidas, y si las tocan con un palo, emanan disonancias mefíticas y demónicas, braman oberturas frías, que matan todo inocencia, y atraen a los fantasmas/tacuazines. Pero eso qué le puede importar al Disminuido. El Disminuido sabe que su rostro será el mismo siempre, aunque lo desfigure a cuchillazos. Lo cierto es que el Disminuido ya revisó todos los rincones y para él la búsqueda ha terminado. El Disminuido nunca más será el Aumentado. No hay sol alguno para este invierno.


(Buscando a Syd publicada el 15 de diciembre de 2016 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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