'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Mi hija la gata (2)

La gata sin comer. La gata emanando babas zombis desde su hociquito, por la ranitidina (150 mg / 10 mL). La gata buscando lugares apartados, oscuros y contraintuitivos para convalecer, lugares a los que normalmente ella nunca iría. La gata vomitando hardcore, con lo cual nos pasamos el día entero limpiando vómitos.

En la casa un olor a guaca & muerte.
           
Al día siguiente, llamamos nuevamente a la veterinaria y en el acto comprendimos que no estaban realmente comprometidos con la recuperación de Padme y que de plano no estaban intuyendo la urgencia de la situación.

En retrospectiva, me doy cuenta que fue un error llevarla a ese sitio, y solo de pensar en la torpeza y dilación con que gestionaron todo el asunto me da una rabia carbónica. El diagnóstico que nos dieron fue “gastritis por estrés”, pero lo cierto es que ella se estaba autoenvenenando por complicaciones renales (ligado a un problema de corazón) lo cual demandaba acción perentoria e inmediata. En lugar de eso, nos pusieron a platicar con una junior sin experiencia.

Por supuesto, la llevamos a otra clínica. No puedo ni empezar a explicarles la diferencia entre este lugar y el anterior, en términos de interés, seriedad médica, de calor y total empatía, de comunicación y vocación sanadora.
           
En la nueva clínica la internamos, después de que la doctora nos confirmara la delicadeza en que se encontraba. Tuvimos que dejarla, desolados. Y cuando volvimos, por la tarde, no tenía buen aspecto. Claudia le hablaba y le cantaba y decía cosas dulces, mientras el suero estoico bajaba a su cuerpecillo. Yo me limité más que nada a llorar. Ese llanto habría de durar muchos días.
           
Por la noche, bajé directamente a una oscuridad incalificable. Era mi infierno, pero era el de Padme, que yo podía sentir. Era un co–infierno.

En la mañana regresamos a la clínica. Le llevamos su comida favorita, con la esperanza de que el apetito volviera a ella.
           
Habíamos hecho el research y sabíamos que, con cuidados especiales, los gatos con enfermedad renal pueden sobrevivir algún tiempo. Estábamos comprometidos a darle a Padme todas las atenciones del caso.
           
También estábamos dispuestos a respetar su voluntad de morir. Tanto Claudia como yo avalamos la eutanasia, no solo en animales sino en humanos.
           
Y lo cierto es que Padme no quería seguir viviendo. En la tarde la volvimos a visitar, y para entonces estaba bastante desorientada, perdida en el trigo–caos de la confusión, mortuoriamente inmóvil. Era triste verla así, reducida a semejante estado desnucado, cuando ella siempre había sido, en espíritu, una gacela salvaje, aún en un ambiente tan urbano y domesticado como el nuestro. Pero el negro escorpión la había vencido. Decidimos ponerla a dormir, bajo la expresa recomendación de la doctora.
           
Mientras la doctora la inyectaba, yo decía un mantra del Buda de la Medicina, que sirve para sanar pero también para morir. Para morir bien. Y de hecho tuvo una buena muerte, gracias al amor total de Claudia y el profesionalismo de la doctora y quizá gracias al mantra del Buda de la Medicina. La sacamos de la jaula y la envolví solemnemente, con ceremonia y dignidad. Sabíamos que habíamos hecho lo correcto, porque en el ambiente se respiraba mucha serenidad...


(Buscando a Syd publicada el 13 de octubre de 2016 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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