PT (3)
¿Qué
clase de contorno ofrece la discriminación transmoderna? Para empezar no se
queda atrapada en una sola forma de entender la realidad, sino es receptiva a
todas sus disímiles expresiones, cosa que el pluralismo convencional (o
limitado) no consigue, especialmente el pluralismo tóxico (PT). ¿Por qué no lo
consigue? Porque el pluralismo convencional solo está interesado en aquellas
agencias de realidad que confirman su propia versión limitada de lo que es el
pluralismo y su propia definición dualista de lo que es y no hegemónico.
Pero aquí
estamos hablando de un liderazgo que sabe y puede ordenar las distintas
metaperspectivas culturales (con sus propios sistemas de discriminación, en sus
expresiones sanas) hasta crear conjuntos sociales integrados y fluidos. Una
jerarquía funcional que no está dominada por ningún punto de vista exclusivo
(sea inclusive el punto de vista del pluralismo) y no domina ninguno tampoco,
pero que los respeta y utiliza todos, si es necesario.
Un
liderazgo como este tiene la suficiente visión para discriminar entre lo que
merece ser incluido y lo que merece ser excluido del proyecto intersocial. Pero
tómese en cuenta que esta clase de discriminación (no regresiva) ya ha
integrado la sensibilidad del pluralismo convencional. Lejos de lastimarlo,
recoge su devoción comunal, y se aleja de toda agenda implosiva (y sin embargo
–y esto es crucial– venerando las pasiones y competencias del sujeto individual).
Siendo en
cierto modo fruto del pluralismo convencional, el pluralismo transmoderno lo
sana y supera porque consigue amalgamar ciertas rutas de las cuales la cultura
de la diversidad igualitarista desconfía. Y sin embargo son metodologías que,
usadas desde esta nueva consciencia transmoderna, pueden aportar enorme
coherencia a la cultura y el sistema. La discriminación transmoderna aprecia
todos los sistemas de valores ya existentes a lo largo del espectro cultural (a
la vez que incorpora nuevos). Los aprecia y los conoce y reconoce y sabe cuándo
conviene utilizarlos y cuándo no. También sabe cómo y en qué grado mezclarlos.
¿Para qué? Para funcionalizar la integración y emergencia de un particular
sistema cultural pero ya como parte de algo más grande que sí mismo. De esta
suerte, se atiende y se incorpora íntimamente lo parcial pero siempre en
función de lo panorámico y lo evolucionario.
Por
supuesto, discriminar entre lo que merece ser incluido y lo que merece ser
excluido del proyecto social presupone, para empezar, diferenciar la inclusión
sana de la insana así como la exclusión saludable de la patológica. De otro
modo, caemos en toda clase de aberraciones y eugenesias culturales. La clase de
inclusión–exclusión de la cual estamos hablando es una altamente energética,
altamente moral, altamente inteligente, altamente empática.
(Buscando a Syd publicada el 16 de
septiembre de 2016 en El Periódico.)
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