PT (2)
Como ya escribí
antes, el asunto con sacar la carta de la discriminación indiscriminadamente es
que también viene a ser una forma de discriminación.
Es un
gesto de conveniente ceguera negar que hay nuevas formas de privilegios
–privilegios discursivos– emanando del pluralismo. Mi punto de vista es que
pueden ser buenos y necesarios como forma de nivelación material y cultural,
pero que no podemos permitir que se reifiquen en pluralismo tóxico (PT).
La posmodernidad
pluralista tóxica, en su autopercibida superioridad, considera cualquier
crítica que no comulga con su visión del mundo como inferior, patológica y
regresiva, introduciendo una tendenciosa discriminación.
Porque no
hay que engañarse: el pluralismo tóxico practica la discriminación.
Lamentablemente no la clase de discriminación que podría ayudarle a sanarse y
autotrascenderse.
No es
practicando la discriminación sectaria y unidireccional, ni tampoco evitando
toda discriminación, como el pluralismo tóxico podrá trabajar su sombra.
¿Qué pasa
cuando practicamos la discriminación sectaria y unidireccional? Generamos un
escenario de tensiones sociales mórbidas. En el caso del PT, la discriminación
negativa lo vuelve inconscientemente (o deliberadamente) autoritario,
paradójicamente excluyente, y en su afán de normativizar, conservador. Cuando
la diversidad tóxica partifica de modo compulsivo y rígido la realidad la
reduce a astillas de lucha, que se agotan en sus particulares, fragmentadas e
implosivas perspectivas. En este efecto acotador se da una desconfianza
creciente hacia cualquier solución auténticamente panorámica.
¿Es la
solución evitar toda discriminación, por otro lado? No, claramente. Cuando
evitamos toda discriminación el paisaje cultural se linfatiza, se vuelve una
masa indiferenciada de criterios flotantes, se machotiza y achata: es el
laberinto pluralista. La trampa de muchos pluralistas tóxicos es pensar que
todos los puntos de vista son equivalentes. Lo cual los lleva a confundir la
discriminación positiva (que separa y jerarquiza) con la discriminación
negativa (que da un trato de inferioridad o sublima obcecadamente).
Si vamos
a ayudar al posmodernimo a superar su narcisismo cultural deberemos
reintroducir la noción de discriminación, pero ahora desde un enfoque
transmoderno, como elemento creativo, lo mismo en la conversación privada como
en la pública.
Para que
quede claro, esto no es volver a las antiguas verticalidades agresivas,
heredadas, estamentales u oportunistas. Tampoco es quedarse atrapado en la
horizontalidad circular del pluralismo tóxico. La discriminación transmoderna celebra
las diferencias horizontales y verticales, cuando son sanas y aportan
coherencia y emergencia al espacio íntimo y social.
(Buscando a Syd publicada el 8 de septiembre
de 2016 en El Periódico.)
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