El diseño cósmico
El filme colombiano El abrazo de la serpiente aborda temas cruciales como son los enteógenos, el chamanismo y la espiritualidad originaria.
El filme –realmente iniciático y de
insights muy profundos– nos lleva de una antropología de las plantas a una
botánica del espíritu, es decir a la enteogenia: el uso de sustancias vegetales
psicotrópicas como forma de sanación e integración.
Los enteógenos son entidades–portales que
nos abren a los recursos transpersonales más exaltados. Cuando el científico
etnobotánico Richard Evans prueba la “yakruna” en la película, esta, que venía
dándose en blanco y negro, cambia a colores, y los dibujos esenciales y
primigenios del cosmos le son revelados.
No uso drogas de ninguna clase desde hace
catorce años, pero en su momento tuve la oportunidad de experimentar (múltiples
veces) con enteógenos, especialmente con la psilocibina. Hasta el día de hoy
estoy procesando esas experiencias, que me mostraron rutas epistemológicas que
no caben en nuestros modos de pensamiento: son impensables.
Por estos días son legión las personas que
están buscando esta clase de senderos. Ayer eran el hongo y el peyote, hoy la
ayuahasca y el DMT. Sea cual sea, quiero aquí ratificar la importancia de
ritualizar estas experiencias, y darles un marco adecuado de experimentación. Ese
parece ser uno de los mensajes más consistentes de El abrazo de la serpiente.
En efecto, la película es un recordatorio
de lo importante que es mantener la cordura y el contenedor chamánico, a la
hora de introducirse al universo de las drogas iluminativas. Hoy puede uno inclusive
pedirlas por correo. Cualquier hijo del vecino organiza rituales de ayahuasca (lo
cual da ayahuasco) cayendo además en modos ambiguos de extractivismo cultural y
espiritual. Mucho histrionismo y superficialidad pero muy poco poder y altura interiores.
El reto por supuesto es conservar los
linajes limpios, así como la disciplina de las prohibiciones y reglas sagradas.
Esto significa conectar con guías legítimos que puedan brujulear de veras el
viaje (en el caso del filme, se trata de Karamakate, “el que mueve los mundos”,
suerte de GPS en este sueño que es la realidad). Decisivo pues discriminar
entre un verídico hombre/mujer de conocimiento y un mero rockstar psicodélico,
que piensa que por haber leído unas citas de Terence McKenna, y cruzado ciertos
estados pseudonirvánicos, ya lo sabe todo de lo invisible.
Por parte del estudiante, se requiere de un
deseo genuino de crecer y un respeto inconmesurable por la droga, naturalmente.
A la vez, la obediencia al chamán es crítica. Así como la reverencia al mundo mítico
y sagrado que nos presenta.
Cuando el chamán siente que este mundo no es
tratado con deferencia, destruye los puentes que nos unen al mismo: destruye el camino chamánico. “Yakruma
muere conmigo”, dice Karamakate, terminante, en un momento de El abrazo de la serpiente. Este suicidio
espiritual es un acto de enorme decoro.
Adicionalmente, la sinceridad del viaje
chamánico implica descargarnos de todo ese sobrepeso que de otro modo nos
hundiría al fondo del río. Para nacer hay que morir y para morir hay que ceder.
Tirar el mapa al río y seguir el sueño. Este es un viaje de desapego y conquista,
de muerte y resurrección.
El
abrazo de la serpiente nos
habla con mucha poesía de todas estas nociones chamánicas, no por elementales,
circunvalables. Las posiblidades del chamanismo, con todo y el masivo interés reciente
del que ha gozado últimamente, a duras penas han sido exploradas y
cartografiadas como espacio terapéutico radical. Para mientras, se ha dado una
enorme caída chamánica: muchos conocimientos han degenerado, muchos maestros han
muerto, muchas conexiones se han perdido. No hay mayor tristeza que la de un
chaman que ha olvidado.
Dicho esto, siempre habrán personas
interesadas en recuperar el itinerario chamánico auténtico, y oponerlo al
contrachamanismo de la imagen y propiedad vacías. Siempre habrán personas
interesadas en mantener vivas las transmisiones y los empoderamientos más precisos
y rigurosos.
Parece claro que lo precioso hay que ir a
buscarlo al final del río más oscuro y al fondo de la selva más intrincada. Si
tenemos la suficiente integridad, llegaremos a la coordenada exacta en donde el
diseño cósmico se abre en nosotros.
(Buscando a Syd publicada el 25 de agosto
de 2016 en El Periódico.)
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