La sombra del héroe (3)
La mucha luz
arroja mucha sombra: no son aparte. De igual manera, el heroísmo ciudadano, por
un lado admirable, también incluye áreas ciegas, inconscientes, algunas mefíticas.
Por ejemplo, hemos
visto formas de intención ñoña y sublimatoria que, sin una visión panorámica
auténtica, dan lugar a frankesteins causales. O bien es tal la autoabsorción en
el propio relato vencedor que se omiten desarrollos y aspectos cruciales del
mandala nacional.
Esta locura es
muy contagiosa. Yo le llamo síndrome de la Plaza o folie à deux ciudadano. Los afectados por este síndrome mitologizan
como que no hay mañana, sin atreverse a tomar posiciones marginales, incómodas
o autónomas, que puedan afectar la narrativa paladina que creen estar viviendo.
Es obvio que
necesitamos reformar. Pero todo reformador precisa –además de relajarse un
poco– entenderse a sí mismo y su situación enteramente.
Un problema es
cuando el citoyen o la institución proyectan un poder que en realidad no tienen
del todo, cuando alucinan conocimientos y capacidades que no poseen a
cabalidad. Y ahí los tienen cantando las glorias del pájaro de la
transformación, pero resulta que este Albatros no vuela como tenían pensado.
O vuela para otra
parte.
Dentro de este
caldo cívico hay muchos tontos útiles que, en su creencia obcecada de que están
sirviendo el bien, terminan sirviendo agendas ambiguas o programas ocultos de
terceros (su propio trip heroico no les permite verlos). Un montón de
jellyfish flotando en los diseños mediáticos y políticos de turno.
Los hay, en
cambio, que se resitúan en una exterioridad intocable, desde donde señalan a
todo el mundo, pero sin de veras poner un naipe real en la mesa.
Una posición
demasiado cómoda. Incluso la Plaza es una extensión de este tipo de comodidad:
una coordenada sin riesgo, salvo el riesgo de que te estallen los oídos, por
las irritantes vuvuzelas. Lo que llamamos liderazgo social muchas veces no pasa
de una manera sublimada de desidia.
(Algo similar
pasa con algunos órganos de prensa, que de un tiempo para acá ya no generan
ellos la conversación periodística, ni dirigen los insights mediáticos. Solo se
limitan a responder pasivamente a los estímulos y encuadres que les ponen
delante, desde una especie de circularidad enlatada. Algunos telenoticieros por
ejemplo llegan al colmo de solo dejar correr la cámara en las audiencias, sin
edición, comentario ni editorialización de ninguna clase. Así de inercial es su
labor. No califica exactamente como periodismo de alto nivel. Para mientras, podría
decirse que la CICIG tiene cooptada la vida noticiosa nacional. Es en verdad como
si ya no hubiese noticias fuera de la CICIG.)
Una cosa es
delatar el sistema en lógica espectadora y señaladora, y otra es tratar con sus
energías reales –más grises de lo que estamos dispuestos a admitir. Sin
exculpar a nadie de nada, creo que hacer política real, en la pura noria, demanda
cimbreo. Cimbreo no quiere decir ocultamiento, ni falta de eticidad. Cimbreo quiere
decir cimbreo. No podemos perder la intensidad estratégica ni la perspectiva de
alcance.
Un aspecto
abominable del héroe es cuando en su ablución purgativa barre incluso con lo
que es bueno. Esto se refleja de varios modos. Uno de ellos es que cualquier
cosa que huele a poder personal, ganancia privada o diagonalidad es vista ya con
desconfianza.
Y menos mal.
Pero menos mal
hasta cierto punto. Lo más detestable de los corruptos y de los propugnadores
de la casuística obscena es que arruinaron para todos la soteriología de la
oportunidad y la mística del ascenso y gremial fluido. El empresariado, que
nunca articula nada correctamente en este país, no ha sabido articular esto. Y
sin embargo le corresponde.
Otro ejemplo
de cómo se tira el bebé con el agua es cuando empezamos a dar signos de
ingratitud molar con personas que han nos han servido y han servido en la
ferretería democrática, de uno y otro signo. A veces ninguneándolos, a veces
devaluándolos, a veces ya linchándolos.
De hecho,
cuándo hablamos de nuestra luz social, de nuestra cruzada redentora, lo que no
manifestamos es lo mucho que nos gusta demonizar y crucificar al otro, y verlo
caer al fondo del abismo.
(Buscando a Syd publicada el 30 de junio
de 2016 en El Periódico.)
2 comentarios:
Como siempre solo hablando putadas, te las das santo viendo desde el cielo como viven los mortales.Mas parece que sos de la misma mierda que criticas, si tus desvarios sirvieran de brujula politica a la gente, puta te imaginas que fumada seria esa, y bueno en el nombre de quien hablas, tuyo o te prestas para hacerle el juego a los que te mantienen, porque con tu columna en el periodico no te alcanza para pagarte la cocacola que te metes a ratos. Y si no fuera asi no estarias escribien, no....
La cobardía, la calumnia, el anonimato. ¿Qué se siente ser tan miserable?
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