La sombra del héroe (2)
Muchos héroes sociales son seres respetables que han decapitado el régimen del miedo. El problema es cuando los héroes sociales se vuelven ya persecutorios.
Los Lannister
son terribles y merecen ser derrocados. Pero los Sparrows no es que sean
corderos de sacras intenciones. Son iguales de fregados, políticos y mediáticos
que aquellos, quizá peores, en el sentido que van irregulados por la vida, mientras
visten todas sus acciones de reforma y decoro, y un aura pietista de autoridad.
Podemos decir que
el efectismo está en todos lados, en estos días. Con un encuadre inteligente y
cierto tono solemne se pueden obtener resultados sorprendentemente brujos. La
vieja táctica de pasar la brasa y contemplar cómo arde la ciudad. Los timelines
se pueblan de insultos y agresiones y burlas y una sed anatémica de esquinar (y
claro que hay presiones, precondenas y preguillotinamientos, aún si no ocurren directamente
en el espacio jurisdiccional).
Luego se alegran
de las vidas destruidas: es el “paseo de la vergüenza”.
A eso se
agrega la atmósfera conspirada, grávida de derivas paranoicas, reforzando el
propio machote crístico, lejos del matiz, del contexto, también de la gradación
(todas las transgresiones son puestas sin distinción en un mismo espacio de
repudio).
Ah, los
Sparrows. Lo miran todo en blanco y negro y siempre creen estar en el lado
correcto de la calle. Su marca es la intolerancia con quienes no comparten sus
valores, su fe y su ilusión (de hecho reprueban cualquier forma de desilusión).
Por supuesto, una
auténtica metafísica de la corrupción no permite interpretaciones tan maniqueas
y simplistas, a la larga de–responsabilizadoras. Alguien –que por cierto hoy
trabaja en la CICIG– me dijo una vez: no hay bombillo de este lugar que no sea
dinero del narcotráfico (nos encontrábamos en un edificio de apartamentos). Fue
una gran sabiduría para mí: ¿qué tan limpia está nuestra pretendidamente impoluta
realidad?, ¿qué luz te está alumbrando, Justo? En el budismo se habla de
interdependencia: todo se encuentra en mística connivencia, y de ahí se
desprende que todos somos responsables de todo. ¿Puedo asegurar que la batería
de mi teléfono no fue construido con trabajo infantil? ¿Qué mi plástico no fue
el que mató esa ballena? Bajo esa óptica, todos tenemos algo de Lannister.
Así como de
hecho todos tenemos algo de Sparrow. Y no es una cosa a tomar a la ligera. En
verdad, el Arquetipo del Héroe o Redentor es, de todos, el más peligroso. Especialmente
aquellos que tienen su relato de elegidos hasta el techo deben tomarse la
molestia de explorar sus zonas oscuras, y eso incluye a medios varios, plazistas,
francotiradores de Facebook, movimientos tales, y empleados del mismo eje
MP/CICIG. Yo he venido advirtiendo de esto desde hace rato: el mito formador
ciudadano también formula oscuridad: no verla es destruirlo, destruir su energía
creativa, atrayendo polarizaciones imperiales. La meditación y la prudencia son
de todo punto aconsejables.
La verdad es
que toda esa alineación institucional, ciudadana y mediática que hemos estado
viviendo me da como escalofríos. En tanta alineación hay una cierta alienación.
Creo que hoy más que nunca se necesita el valor del antihéroe: el que practica
la libertad cromática, más allá de las posiciones fijas, y no está definido ni por
los Lannister ni por los Sparrow. Por
supuesto, unos y otros te harán sentir extremadamente inadecuado, por no estar afiliado
con cada cual.
Pero hay un
derecho: el derecho al pensamiento independiente.
(Buscando a Syd publicada el 23 de junio
de 2016 en El Periódico.)
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