Crónicas parlamentarias
He visto en la televisión española a los diputados ibéricos darse en la madre. Es todo un espectáculo.
Ahora,
con el rollo de la disolución de las Cortes, y subsecuentes reelecciones en España,
la cosa promete ardores shakespeareanos.
Pero
siempre ha sido así. Eso rapidito lo comprende uno al leer el libro Crónicas parlamentarias de Manuel
Vicent, un libro que El País sacó en 2012. Ya antes había leído estos textos
clásicos, en la web del periódico citado, pero recientemente los descubrí en
libro digital en Amazon, por solo $2.99.
Aparte
de ser un hermoso ejercicio de periodismo literario, un reporte de los años
fundacionales del parlamentarismo español en su fase democrática, una joya
oracular de análisis político, aprecio la manera en que esta obra reseña la
conducta y vida verbal del legislador, a menudo con un deje de sorna, sardonismo fino y recalcitrante frescura.
La selección de columnas está de todo
punto conseguida en tanto que refleja cómo se buscaba, en aquel plenario de
finales de los setenta, una Constitución de arduo parto, mientras que
simultáneamente refiere tópicos muy propios de la época (por ejemplo la anticoncepción
o la pena de muerte), contendidos en tensiones y señalamientos histriónicos por
los partidos y esferas del caso.
También
nos da sucesivos insights sobre los agentes y personalidades que marcaron aquella
era, no sé, un Manuel Fraga, un Felipe
González, un Tierno Galván, aquella clase congresista que puso en la mesa
ciertos modos de pactar, y estilos de oratoria. Es así como Vicent describe y
disecciona la discursividad de
estos seres, sus inspiraciones, sus graves comicidades, sus articulaciones, que
fluctúan de la dialéctica a la delación.
Adicionalmente,
lo que Vicent hace, virtuosamente, con humor y poder observador, es
transferirnos los ambientes, tanto oficiales como paralelos, del poder parlamentario,
sobre todo en tiempos tan delicados (“Los diputados hacen Política como si jugaran al baloncesto con un
delicado jarrón de dinastía Ming”). Ahí van en alud las leyes, los tecnicismos,
las negociaciones, los entrampamientos.
El reseñista legislativo, testigo
avanzado, se inscribe en una noble tradición que en suelo español incluye a
plumas tan pesadas como Azorín, Pla, y al propio Vicent (a quien tuve el honor
de escuchar cuando Luis Aceituno lo entrevistara personalmente hace ya unos
años, si no estoy mal cuando Son de mar
ganó el Alfaguara).
Faltaría, como
yo lo veo, un cronista así de afilado en nuestro propio cónclave, que contara
las cosas como son: cada frase suya debería ser como una bomba en el hemiciclo,
para tanta cafrería, para tanto padre de la patria que no legisla, para tanto funcionario que no observa
ninguna gravedad senatorial, para tanto oportunista que cree que el Congreso es
una empresa, y no el lugar donde se decide con nobleza el destino de una
nación.
(Buscando a Syd publicada el 9 de junio de
2016 en El Periódico.)
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