'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Yo medito



Mi historia meditacional es un arco que va del degenere al regenere. Cuando empecé a meditar estaba hecho un desastre. Pero luego con los años todo mi sistema biopsíquico se fue ordenando (sin perder por ello creatividad, limimalidad y un filo ocasional de caos). No estoy diciendo que soy un ser humano cocinado, por supuesto. Estoy diciendo que se ha dado una transformación reconocible. Si alguien no lo cree es porque no me conoció antes. 
           
Yo tuve un contacto con la meditación desde la infancia. Mi abuela estaba metida en todo aquel rollo de la teosofía, el esoterismo, la magia, la espiritualidad alternativa, aunque no existiera el término como tal en esa época.     
           
En mi adolescencia primera, segunda y tercera, mi meditación fueron todas esas drogas, con sus estados alterados. Especialmente los enteógenos y algunos preparados químicos como el LSD me rompieron uno a uno los esquemas de la existencia consensuada.
           
Tomé hongos múltiples veces. Más de veinte años después, sigo procesando aquellas experiencias en psilocibina. Los hongos me mostraron que todo eso que me habían dicho –y yo había creído– sobre la realidad, con sus convenciones de tiempo, espacio, objetividad y causalidad, no era más que una mentira, o una verdad extremadamente limitada.
           
Como era de esperarse, las drogas me terminaron metiendo en un carrusel extremadamente volátil y peligroso. Fueron capas y capas de autodestrucción alquitranada.
           
Eventualmente, me retiré a mis cuarteles de invierno, dejé las drogas,  empecé el proceso de regeneración, que me llevó directamente a esa habitación luminosa y respetable llamada meditación. Fueron añadiéndose innumerables guías y libros sobre el tema (. También visité algunos centros espirituales y fui a múltiples retiros. La pura lujuria dármica, espiritual, me llevó a meditar lo indecible y a explorar innumerables tipos de disciplina interior. Tengo en mi haber una colección interesante de experiencias meditativas.
           
En un momento, tomé el refugio budista (sigo siendo budista hasta la fecha). La vipassana –una forma de meditación ubicua en todos los budismos– me obsesionó, pero no fue la única. En el budismo tibetano encontré un vasto registro de técnicas meditacionales, desde las básicas y concretas hasta las esotéricos y místicas. La sofisticación contemplativa del budismo es apabullante. Muchas de las meditaciones tibetanas son largas composiciones psicoespirituales, tejidos altamente complejos.
           
Hoy llevo unos diez años de ser un meditador formal. En realidad no es mucho tiempo, y comprendo plenamente mis límites como meditador. Por otro lado no puedo negar que he meditado como un animal, y ya tengo un estilo yóguico que podemos llamar personal. En efecto, la meditación es algo que hay que apropiarse.
           
¿Quiere decir eso que soy un meditador realizado? No. Para eso tendría que ser como esos meditadores que se encierran en un retiro oscuro durante meses y años y no hacen más que meditar, ni siquiera duermen, por estar meditando. Son como atletas profesionales. Yo no soy más que un atleta aficionado, que hace deporte una hora al día. Lo cual de veras es insignificante.  


(Buscando a Syd publicada el 28 de abril de 2016 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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