'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Basura

1. La basura de una persona es la muerte de otra. La semana pasada, varios guajeros murieron soterrados en una avalancha de residuos, en el llamado relleno sanitario.  

           
2. Al escribir esto, contemplo el basurero enano que está a la par de mi escritorio, ahora clínicamente vacío. Que esté vacío no quiere decir que yo no genere basura, por supuesto. Quiere decir que tengo una manera muy conveniente de deshacerme de mi propia inmundicia, de mis propias acumulaciones y excedencias. Como la gran mayoría, me deshago raudamente de la basura, poniéndola, como se dice, debajo de la alfombra.
           
Es decir en el basurero de la Zona 3.    

           
3. Soy un productor consuetudinario de basura y mis hábitos residuales no son los más conscientes. Si fueran conscientes no compraría, por caso, esas gaseosas que vienen en botellas de plástico –así llamado– desechable.
           
Tampoco es que sea una persona groseramente consumista. Por lo menos en comparación con otros, que compran como si no hubiera mañana y solo muladas. Inclusive procuro reusar y reducir. Por ejemplo, llevo al súper mis propias bolsas, para que no me empaquen todo en plástico.
           
Pero aún con esta u otra práctica, no me salvo de amontonar una cuota respetable de residuos domésticos. Como otros, yo también vivo en una cultura del desperdicio.
           
Y como otros, soy pródigo en echarle la culpa a la Municipalidad. Es una de las tantas convenientes maneras que tenemos los urbanitas de circunvalar el hecho de que esa basura es, de hecho, nuestra basura. (Otro tanto ocurre con el tráfico: me quejo del tráfico estando en el tráfico, como si mi carro no fuera parte del problema, no fuera parte del tráfico.)
           
Con eso de la basura, la usual indignación y el usual choteo antigobierno no terminan de funcionar. No estoy diciendo que no haya que exigir resultados y transformaciones de fondo a las instituciones del caso. Pero si no estoy dispuesto a modificar mis hábitos íntimos, y extraerme pues de mi zona de confort, entonces alegar de esta forma solo constituye otro hit, otro hit para mis Grandes Éxitos Fariseos.
           

4. Por supuesto, funciona igual a la inversa. 
           
Nos damos cuenta que los pequeños esfuerzos personales o comunitarios encallan si no hay una infraestructura, un marco jurídico panorámico y una economía seria que pueda absorberlos.
           
Y por economía seria quiero decir economía clara, porque el sistema de basura actual es un negocio turbio que beneficia a un montón de personas, desde las estructuras de guajeros (que son menos inocentes de lo que se piensa, y a quienes también hay que pedir responsabilidad) hasta el último cuadro municipal, pasando por los extractores, que tienen cooptado el negocio.  
           

5. En mi casa utilizo dos basureros grandes, uno para los desechos orgánicos y otro para los no orgánicos. Es un acto de fe: en términos reales ignoro si este esfuerzo es terminante, si esto que separo va a terminar revuelto de todos modos en la Zona 3. A lo mejor le va a hacer más fácil la vida a algún guajero, que sonreirá antes de terminar aplastado por un alud de polución.
           

6. Hora de bajar la basura. Tomo el ascensor hasta llegar al sótano, en donde hay un cuarto en donde los residentes del edificio en el cual vivo depositan su porquería. Por lo general, hay una estimable y nada biótica cantidad de desperdicio, aún si se retira con ritmo regular y varias veces por semana. En ciertos momentos del año, como en la Navidad, la basura alcanza dimensiones pantagruélicas.
           
En un momento se intentó introducir en el edificio un programa de reciclaje, para lo cual se instalaron los clásicos ecobasureros: para vidrio, para plástico, para desechos tecnológicos, etcétera.
           
Al principio, los residentes semi–utilizaron los basureros. Pero a la larga la iniciativa murió, y los basureros terminaron a un lado, inoperantes.

Es así: una cultura de reciclaje y de producción consciente de basura demanda un significativo esfuerzo formador, que casi nadie está dispuesto a asumir en nuestra sociedad.
           
No se puede poner unos basureros de reciclaje y esperar que, de pronto, todos los involucrados sean de la noche a la mañana ecológicamente conscientes. Todo eso debe venir acompañado de una educación.


7. Un dron nos revela desde el aire el relleno sanitario de la zona 3. ¿Cómo gestionar toda esa agria basura? A veces siento cierta empatía por el sistema, tan varado en sí mismo. Entiendo que hay condiciones objetivas cristalizadas, que no pueden moldearse como si fueran Play–Doh. Pero de otra parte también reconozco el profundo derecho que tenemos a exigir al sistema –y a sus representantes– mayor creatividad en prácticas y procesos.
           
                       
8. En cierto modo, todos vamos a morir soterrados por nuestra propia basura. La humanidad toda terminará hundida debajo de esa foca cósmica de residuos. Solo los Dioses Zopes, solo ellos nos sobrevivirán.


(Buscando a Syd publicada el 5 de mayo de 2016 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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