'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Circunvalar

Aquí la lentitud es estructural. La movilidad social casi prohibida. No solo nada avanza: todo contracamina. Y como las cosas no se mueven, muchos corren por su cuenta, y hasta se ponen a volar. Lo cual está bien. El problema es que a semejantes alturas, y a tales velocidades, cuesta un huevo mantener la estabilidad moral del vehículo.
           
Nuestro país es un lugar donde muchos quieren ganar más con menos trabajo y ninguna paciencia, y por tanto se da una invitación permanente, ya sea a adherirse a reglas alternativas, o a torcer las ya existentes: en la familia, en los círculos profesionales, en el sistema estatal todo. No ha de extrañarnos pues que hayan tantos lazarillos de mala pinta, huizaches impenitentes y riquillos sin escrúpulos caminando por ahí.  
           
Si el río suena –y suena todo el tiempo– es porque tetuntes trae. Si Guatemala puso tantos intermediarios en la lista de los Panama Papers es porque es un país en donde la práctica de encriptar e invisibilizar el dinero es común, como lo es robarlo y blanquearlo.
           
Es la cultura de la circunvalación. Que a veces alcanza niveles preocupantes. Gente que de veras cree que la vida –especialmente la buena vida– no requiere impuestos, sean sudorales, dinéricos o kármicos. Gente que quiere hacer pisto sin haberlo acumulado; que quiere generar mérito sin haberlo conseguido; que quiere poder de la noche a la mañana, sin las transiciones y pasajes del caso. Y cuando la circunvalación se cae, entonces el circunstante huye: como el ex presidente Serrano, que partió, a dónde más, a Panamá.
                       
De acuerdo: no todo lo que ocurre en Panamá es mierda ilegal, pero ciertamente no todo lo que ahí ocurre es un néctar de decencia. Producir y mover billete inteligentemente es quizá una virtud, pero en lo personal creo que ciertas fortunas son ya de sí obscenas, y que ser político y sacar dinero del propio país es la mayoría de veces una cosa bastante impresentable.
           
Pero incluso más allá de estos criterios, es obvio que hay cosas en el offshoring negras, negrísimas. Del offshoring formal al lavado, por lo menos indirecto, hay un paso corto, un breve paso de ballet.
           
Esta película, la del bypass fiscal, es una película que podría filmar el director Adam McKay, el de The Big Short. Él podría como nadie revelarnos todas las cábalas de sus protagonistas: los clientes capitalistas como gordos Harpagones; los corredores financieros en su proxenetismo loco; los abogados y bufetes veloces y timadores; los políticos tramposoides; y luego los meros meros ilegales.
           
Aparte de lo vergonzoso del leak como tal para una empresa como Mossack Fonseca –que no nos permite descartar una lucha corporativa de altos niveles en el origen de todo el escándalo– lo que nos muestra esto de los Panama Papers es que estamos viviendo, a nivel planetario, en la pura liminalidad ética. Todo ese circuito fiscal periférico es indigno, no necesariamente por ilegal, sino por sostener un formidable sistema estamental de privilegios que da la espalda a la necesidad de incontables seres. Sin contar que a veces sí entra en connivencia directa con el crimen global, y hasta con industrias probadas de muerte y sufrimiento.    
           
Una cosa da esperanza, al menos, y es que las estructuras de pliegue están recibiendo golpes ya muy duros. Cada vez más arduo resultará a estas estructuras subsistir herméticamente en la era informacional y en la era de lo abierto (porque el periodismo alcanza niveles virtuosos de coordinación investigativa, por un lado, pero además porque hay otros intereses, no necesariamente periodísticos, que recurren al leaking como estrategia).
           
No es cuestión de eliminar la propiedad privada, por supuesto, ni la riqueza. Pero sí de hacerla observable, rastreable y garante, en cualquier momento dado.

Así como existe la llamada huella del carbono para medir nuestros gases de efecto invernadero, debiese existir una huella de integridad verificable en toda concentración de capital. Que tomara en cuenta factores como su procedencia, su movimiento y su destino. Un índice podría reconocer la disponibilidad de cualquier dinero para elevar el bienestar planetario, en contraposición a esconderse en compartimentos compulsivamente distantes del escrutinio público y los compromisos fiscales. El dinero, aparte de su valor económico, mostraría un valor certificable de moralidad, consciencia y solidaridad –o, en su defecto, de sus infames contrarios.


(Buscando a Syd publicada el 7 de abril de 2016 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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