'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Digital



1/ El internet –que como instrumento público ya tendrá algo así como un cuarto de siglo– fue algo así como el tsunami total, baktúnico, que lo arrasó todo. Con su llegada, el paisaje de lo real colapsó por completo, y hoy es imposible saber a ciencia cierta cómo era el mundo antes de su llegada. Los ancianos cuentan historias, pero quién puede creerles. Yo mismo no les creo y eso que en rigor también soy un anciano, si atendemos el hecho de que todavía alcancé a nacer en un mundo preinformático, cuando los ordenadores personales no habían llegado entonces a oficinas y dormitorios.
           
Por supuesto, uno de los campos que fueron brutalmente redefinidos por la llegada de internet fue el de los medios de información. Para empezar, los medios impresos que tuvieron que abrirse a las nuevas tecnologías comunicacionales. Luego también nacieron proyectos estrictamente digitales, formales o informales, como hongos en la lluvia.
           
2/ En América Latina y Centroamérica se han dado revistas y periódicos digitales de notable calidad (también otros siniestros). Una cosa a celebrar de la cultura digital es que permitió el advenimiento de proyectos de comunicación periféricos–autónomos, que podían ser confeccionados con poca infraestructura y sin colosales recursos dinerarios y humanos (en un país como el nuestro, algo que se agradece). Son (algunos más bien eran) medios noticiosos y periodísticos, ideológicos y políticos, culturales y de entretenimiento.

3/ Pasada la exaltación inicial del periodismo de pantalla, se empezaron a ver los retos asociados al mismo. En el caso de aquellos periódicos físicos que se abrieron a la estructura internética, cuestionamientos complejos respecto a la simbiosis de lo digital y lo impreso.
           
Yo todo eso lo viví de primera mano. De hecho alcancé a escribir en los periódicos antes de que fueran subidos a internet (un resto de notas mías nunca vieron la web). Fue así como asistí a esta etapa experimental en donde los grandes diarios –pienso por ejemplo en los españoles– probaban con modelos de negocios que no hirieran su estructura impresa.

Muchos de esos modelos fracasaron, por supuesto. ¿Cómo competir con la democratización de los contenidos? Lo que puedo decir, pasados los años, es que no hay fórmulas. Cada medio deberá encontrar la suya, y establecer una relación propia entre papel y pantalla.

4/ En relación a los medios puramente digitales, hemos visto cómo han vivido por su lado una dosis de dificultades.

Algunos –quijotescos, sofisticados, ricos en idealismo y heroismo mediáticos– no han sabido aterrizar del todo en un nivel digamos práctico. Tienen limitaciones de plata pues no han encontrado formas duraderas de monetización. El voluntariado, el crowdfunding y el mecenazgo imponen un repertorio de obstáculos. Sin dinero, es áspero eso de crear estructuras de salario dignas y tan difícil eso de pagar a los colaboradores. Al principio puede que todo sea playa y sol. Todo amor y florescencia. Pero luego brotan las inconsistencias. La calidad se torna –en el mejor de los casos– sinosoidal, la regularidad porosa, la lealtad muy trémula.

Sucede a veces que el medio trae a su nómina a colaboradores que tienen una agenda editorial propia. Pero como nadie les paga, el medio no puede decirles mayor cosa, y si se les dice algo, optan, llanamente, por retirarse (donde no hay un cheque, desertar es de lo más sencillo).

Luego ocurre con esta clase de medios que, como no pueden crear un contenedor periodístico real, crean un periodismo de personalidades, lo cual a menudo es un problema. ¿Qué pasa cuando estas personalidades ya no funcionan, o se van? Entonces ponen a gatos, haciéndolos pasar por productores relevantes de contenidos.  
           
Hemos visto proyectos cuyo pecado es que demasiado puros: no quieren, por no sacrificar la liberté, entrar en el juego de la política, la negociación editorial y las gredas del marketing. Esta vocación por lo impoluto los salva en cierto modo pero a la vez los ahoga. Sin contar que es una inocencia que con los años pierde su glamour ante el lector promedio. O se montan a otra cosa, o quedarán bonsái. Los bonsáis son bonitos, pero no son secoyas. El campo de energía de una secoya es tremendo.
           
5/ En el extremo opuesto, están los medios digitales que son completamente burdos y complacientes, que están amarrados a la agenda de lo banal, que dependen completamente de la lógica del anunciante. La superficialidad y falta de seriedad que presentan no tiene límites. Manufacturan notas que están hechas verídicamente con el culo, en donde no hay arte de ninguna clase, que deberían ser vergüenza para quienes las formulan. Si algo está asesinando al medio periodístico digital es la nota de celeridad y de impacto fácil, así como la hiperamigabilidad en formato y contenido. En términos de periodismo cultural, el que yo practico, es simplemente horroroso constatar cómo la cultura ha sido convertida en embutidos de chismorreo y cretinas llamaradas de tusa. Es para ponerse a llorar. Uno puede ser un medio liviano, pero incluso esa liviandad tiene que ser totalmente seria, artística y estudiada. No se puede nunca olvidar que toda esta la imaginería informacional que ponemos allá afuera dicta la manera en que los seres humanos procesan la realidad / socializan con su ambiente.

6/ Los hay muy logrados. Otros menos, posiblemente por problemas de identidad. En efecto, los medios de comunicación digitales, como marcas que son, requieren de una identidad definida y aplicada, y un concepto de diferenciación. A veces lo tienen y a veces menos. Cuando no lo tienen, es el puro tanteo.
           
El koan es este: ¿cómo pueden los medios digitales huir de la comoditización de los contenidos cuando en su propia lógica de ser está encriptada dicha comoditización? ¿Cómo crear intimidad en la hipercirculación? ¿Cómo se hace periodismo de nicho y diferenciado en la era de la familiarización y vulgarización compulsivas?
           
Bueno, sabemos que no tener identidad –o tener una identidad fallida o deformada– no ayuda en nada. Tampoco ayuda tener una identidad rígida. Es fácil osificarse en un set de fórmulas periodísticas. Ya con unos años de vida –que en la escala internética son eones– los medios digitales deberán preguntarse cómo van a mantenerse fieles a su esencia –si es que se han tomado la molestia de definirla– pero honrando toda vez la relevancia y la significación como factores dinámicos y energéticos, incluso arriesgando su fuerza en el tablero perceptual. Lo cual no es malo, porque es de hecho la sola forma de adquirir una lealtad de público más madura y crítica.
           
Una marca que ya no arriesga nada es una marca muerta. Aquí es un asunto de cuidar el patrimonio identitario del medio, además del humano y  periodístico, pero permitiendo que morfe hacia nuevas posibilidades creativas. Y ello, por supuesto, no es meramente echar mano de la ocurrencia y efectismo, por muy retórica o gráficamente estimulante que sea. El efectismo desgasta como ninguna cosa. Tampoco es poner toda la apuesta en el social media, que es una herramienta difusora valiosísima, pero que no sustituye en ningún modo el contenido como tal, ni puede darle integridad.
             
A veces lo que corresponde es reenergetizar la definición del proyecto, y en otros casos recifrarlo enteramente. De otro modo, perderemos el partido o nos ubicaremos en una posición progresivamente más mediocre, mientras otras iniciativas irán surgiendo–subiendo en el mercado voraz de la información. La frescura es algo que se va muy rápidamente: cosas que antes nos parecían muy nuevas hoy nos parecen cubiertas de telarañas. Medios que en su momento eran besados por las audiencias, se han ido deshebrando en términos de energía, y se les mira cada vez menos en la conversación pública.      
           
De allí la importancia de moverse, y para moverse en la dirección correcta se requiere un trabajo concreto de direccionamiento, además de data y valuaciones reales. Admiramos las plataformas de comunicación que, presentando una identidad clara, también saben introducir cambios, y no siempre populares en la primera vuelta.


(Buscando a Syd publicada el 3 de marzo de 2016 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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