'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Regina visceral



La José Galindo me invitó a que le presentara su nuevo libro, pero a mí las presentaciones de libros me la sudan, y espero ya no estar en ninguna, para empezar propia. Lo que no quiere decir que no me interese el libro de Regina y Regina como tal.
           
Regina Galindo me parece una artista fascinante, y es por ello que la he entrevistado un par de veces ya (tuvimos una conversación pública en Sophos muy linda). También he escrito acerca de ella (Destazable Regina es un texto que encuentran en mi blog Salivario) y hablo bien de ella cuando puedo y cuando la siento atacada. Para mí ella es talento verídico. Que disientan conmigo los que no reconocen poder profético en su propia tierra. Y en otras tierras, puesto que es una de nuestras artistas más reconocidas internacionalmente.
           
Antes yo tampoco tenía una percepción especialmente prominente de ella, pero eso cambió cuando la entrevisté para revista RARA, puesto que eso me obligó a revisitar su obra en conjunto y diacrónicamente (su website nos da un lindo recorrido) y entonces pude apreciar el arco y cuerpo de su obra como una totalidad enérgica, constelada, sensible. Pasa mucho que a veces tenemos una percepción ya hecha de una artista o escritor pero realmente no conocemos su obra a profundidad.
           
Ahora me quiero enfocar en la poesía de Regina Galindo, dado que ha publicado un nuevo libro, llamado Telarañas (2015). Antes de ese ya había publicado otro, Personal e Intransmisible (2000). Ambas ediciones muy bonitas. La primera es de Coloquia (tapa roja y afelpada, que me dio cierta envidia cuando la vi hace quince años, en una época en donde la norma era que todos los libros eran unos mamarrachos). La edición presente es de El Pensativo, para su colección Versadas.
           
Puede decirse que hay una continuidad entre las dos obras, en el sentido de que ambas buscan publicar –hacer pública– la intimidad. Lo que me viene es algo de Alejandra Pizarnik (a quien Regina sé que ha leído):  “He desplegado mi orfandad / sobre la mesa, como un mapa”. Todo ese ímpetu íntimo y personal salva a Regina de cualquier feminismo programático. Y sin embargo es obvio que es una mujer, una mujer quien aquí irrevocablemente escribe.
           
De Personal e Intransmisible recuerdo un cierto ambiente mortuorio, sangriento y lúbrico, con muchos fluidos y una sensibilidad ennegrecida (un ambiente poético en el cual me siento por demás muy cómodo). Regina se desnuda en la palabra como en el performance. Allí están sus crisis y allí está ella, complicada, trágica, ciclotímica. Desnudarse y sacar trapitos es parte de su estilo, en una suerte de vulnerabilidad rabiosa, en donde impudor e inocencia quedan amarradas. Siendo una vulnerabilidad hasta cándida, es bastante poderosa. Y muy teatral. La desnudez como escenificación: un sello de su obra artística toda. Y ahí está el efectismo del sexo y la sangre, eso sangriento, secrecional y clitóreo, un malditismo ocurrente, poético, explícito y vaginal. Regina lastimada, ulcerada en el desprecio, y en el autodesprecio, escupida y autoescupida.             
           
Telarañas recopila poemas desde 1999 hasta 2014 –o sea quince años de poemas. Esta obra demuestra acaso que para ella lo verbal sigue teniendo importancia, como lo sigue teniendo lo corpóreo. Por cierto veo ahí una relación: el cuerpo de Regina está hecho de conceptualidad y lenguaje, y su lenguaje está hecho de cuerpo y fisiología. Que el lenguaje suyo sea tan orgánico le salva de la retórica de la Poesía con mayúscula, aunque también es cierto que algo de retórica bien podría haberle beneficiado los versos. Otra cosa que vimos en este libro, como lo vimos en el anterior, fue un gran ardor emocional, que contrasta con la neutralidad y ecuanimidad casi quirúrgica de su obra perfomática (emocionalidad presente, en otro sentido, en sus opiniones e indignaciones ciudadanas). Mi conclusión ha sido siempre que Regina puede ser a la vez muy caliente y muy fría. Uno platica con ella y se da cuenta que habla de las cosas más delicadas desde un desapego casi patológico, y luego pasa que otras cosas, de menor importancia, las lleva a un nivel paroxístico de tragedia. 
           
¿Me interesa la poesía de Regina Galindo? Digamos que me interesa como parte de un contexto mayor: el de su obra y personalidad toda. Lo que más aprecio de sus versos es su visceralidad: algo valioso en esta época de emojis y emociones blanqueadas. En esa visceralidad se nota que es una poeta oscurita de mi generación (1974). Cardoza dijo que escribir es sacarse las tripas y hacer una hoguera con ellas. En el cuerpecito de Regina hay unas tripas vivas y bravas que, cuando arden, iluminan toda la noche.
           

(Buscando a Syd publicada el 10 de marzo de 2016 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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