'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Lengua (y 3)

Por supuesto, aquí se establece una pregunta: ¿quiénes y cómo deciden la pureza de la lengua? Es una pregunta política.
           
No dudo que haya personas esclarecidas entre los ordenadores del idioma (que, como ya he dicho antes, son necesarios) pero de otra parte sabemos también que, en esa camarilla y corte de gerifaltes, se da el lobbying más infecto, los espaldarazos más ilegítimos, las legitimaciones más deshonrosas y errátiles, todo mediado por el sello imperial del prestigio.
           
Recíprocamente, a muchos que podrían dar frescura al consenso lingüístico se les prohíbe la entrada al mismo. ¿Qué clase de consenso es ese?
           
Y sin embargo las palabras no son solo de algunos, son de todos.
           
Y no solamente de todos, sino de todas, también.
           
Con lo cual he tocado una fibra asensiblada. Pronto saldrá todo el serotal citando, nuevamente, la santa voz de la Academia. Pero, como yo lo veo, si a mí se me da la regalada decir “todos y todas” para reafirmar mi compromiso de género, eso es muy mi pedo, y no tengo por qué andar pidiéndole permiso a nadie ni rindiendo pleitesía al pacto verbal de los patriarcas.
           
Aguas: con esto no estoy invitando a convertir el idioma en un instrumento de la corrección política, estableciendo así una nueva rigidez idiomática, una nueva insulsa domesticación. Eso vendría (y ha venido) a empobrecer todos nuestros recursos lingüísticos. Estoy en contra del lenguaje homofóbico, claramente, pero de ninguna manera sacaría la palabra maricón del diccionario. No soy fan del prohibitorum et expurgatorum. Todo está en la intención, en la creatividad y en el contexto.
           
Aguas, sí, con establecer un nuevo conservadurismo. No es que tenga nada contra conservar. Conservar es necesario. En el fondo (y hacia acá he querido llegar) el enfoque doble parece ser el mejor: conservar y creativizar a un tiempo, bajo el entendido además de que las rupturas del idioma solo son posibles gracias a sus previas cristalizaciones, y las cristalizaciones solo son posibles gracias a sus previas rupturas. En lo personal, y como escritor, me ha interesado llevar a veces las palabras al límite de su sentido, pero me doy cuenta que si doy un paso de más, entonces se vuelven un sinsentido. Por otro lado, cuando me conformo a su sentido de siempre, las palabras ya no transmiten nada.
           
Hablemos de una zona fronteriza o liminal en donde lo duro y lo aéreo de la lengua se juntan y que esa zona es de hecho la más rica porque facilita saltos lexicográficos integrados. También podemos llamarles consensos líquidos, mismos que se mantienen a una a sabia distancia del esencialismo lingüístico como de la casuística idiomática desmañada.
           
Y sin embargo esta zona liminal no es siempre equilibrada en un sentido inmovilista, en el sentido de una neutralidad inoperante. El cambio tiene que darse dinámicamente. Lo cual demanda ritmo cultural.  
           
Cuando un sistema lingüístico es dinámico, está vivo, y está sano, no tiene problema alguno para abrirse a otros sistemas lingüísticos y establecer una conversación nutrida con ellos. Es así como se da un intercambio global de las lenguas que no mata las diferencias y las intimidades, sino por el contrario las aprecia, y termina formulando una férrea metacomunidad idiomática que podríamos llamar postbabélica. Queda por determinar con exactitud cómo las tecnologías comunicacionales del siglo veintiuno inciden en su formación.


(Buscando a Syd publicada el 11 de febrero de 2016 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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