'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Lengua (2)

Distingo dos tipos de personas: los que escriben serote con ce y los que escriben serote con ese. Si aún no han ustedes entendido, yo soy de los segundos.
             
Yo soy de los que escriben serote con ese, pero claro, siempre hay más de un serote que te dice que serote no se escribe así. Y luego procede a dar las explicaciones que ya todos sabemos.
           
Esas explicaciones son racionales, y a ese nivel no tengo ningún problema con ellas. El problema es que toda esa racionalidad (que en realidad a veces es procedente y otras veces no es más que pseudoracionalidad) mata el idioma: al pretender informarlo lo deforma.
           
Esa continua domesticación asesina la creatividad de las palabras.
           
Yo respondo siempre a estos gendarmes del idioma lo mismo:
           
1) En primer lugar, que me hagan el cabrón favor.
           
2) Luego, que yo uso la palabra serote para acentuar la condición lazarilla e insurrecta de la palabra. Que si existe una palabra que merece no obedecer las reglas y regulaciones es esa.
           
3) Que en términos generales no seré yo quien vaya a ser secuestrado por los legalismos semánticos del DRAE. Que sus minutemen me tienen sin cuidado (y por favor, no me vayan a poner cursivas a la palabra minutemen, solo por venir del inglés, me la desnaturalizan). Que ni Dios ni el DRAE tienen dominio absoluto en mi manera de usar las palabras, abierta a toda clase de innovaciones e influencias culturales, más allá de cualquier lectoescritura autorizada y casticista y a menudo castradora.
           
4) Que escribir bien no es por fuerza escribir como lo dicen los artefactos léxico–sintáctico–ortográficos, que por demás siempre están cambiando, de acuerdo a las autoridades de turno. Que pasa que hay muchas personas que saben y aplican perfectamente los dictámenes consensuados pero igual escriben con el culo. Lee uno sus textos y resulta que son los más sosos y olvidables del mundo: no poseen magia, porque están encorsetados en un sistema de valoración que encierra y asfixia las palabras y no les permite volar. Y que en cambio hay otros que se saltan todos esos controles, animados por un espíritu verbal libertado, y escriben gloriosamente, hacen frases que son pájaros gloriosos, pues se atreven a expandir y jugar con la forma y fondo de las palabras.
           
5) Que en realidad no escribo serote con ese siempre. Solo cuando me da la gana. No me interesa caer en un dogmatismo inverso. Sé bien que romper sistemáticamente el canon de la lengua produce un nuevo canon, una nueva rigidez, un nuevo tedio.
           
6) Por último, que los invito a que lean el texto de José Joaquín Blanco (por antiguo, no menos acertado) llamado La chida pureza del dese, perteneciente a su libro Un chavo bien helado, encontrable en la web, y en donde entre otras cosas dice que la sociedad no tiene por qué hablar con la Voz del Amo.


(Buscando a Syd publicada el 28 de enero de 2016 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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