Página
1. La vida es extraña: es que nada realmente termina,
todo realmente empieza.
Hace unos meses ponía punto final a Buscando a Syd,
convencido que era un proyecto clausurado, que todas sus frases hexagonales expiraban
para siempre.
Así que escribí, a modo de adiós, las sentidas y solemnes
y tutelares palabras del caso; y los amigos levantaron la dulcetriste copa; y
los detractores se regocijaron de mi irrevocable final, como les corresponde, a
esos malditos.
2. Salvo que ahora resulta que me llaman nuevamente,
que vuelvo a El Periódico, que regresa Syd. Agradecemos a los Dioses del
Financiamiento –o los Dioses que haya qué agradecer– el auspicioso concurso de
circunstancias que nos permitió volver a la Penúltima.
La verdad estoy contento de reiniciar mi antigua
columna de opinión, porque de plano la extrañaba. Verán, hay ciertas cosas que
sencillamente no se pueden decir en un post de Facebook.
Extrañaba mi columna como se extraña una noble
espada o una sucia amante.
Siempre seguiremos con aquel pasto de tópicos que
nos caracterizaba (a Buscando a Syd nada le es ajeno, carece de límite de tono
o tema, es una omnicolumna).
Esto es así: nada nunca termina. No hace falta
meterse a un agujero de gusano para darse cuenta que el futuro, con todas sus
innovaciones, reitera situaciones, rostros fijos del pasado.
Que los políticos de ahora, por ejemplo, son reprográficamente
iguales a los de antes es algo que ya todos sabemos. Es como un ácido que se
nos repite en el esófago.
Lo dijera el filósofo: y esa araña que se arrastra
con lentitud a la luz de la luna, etc.
3. Y sin embargo, no podemos negar la cualidad de
veras empezante de la vida.
Eppur si muove.
Aunque en rigor solo me fui de El Periódico unos
meses, mucho ha pasado, en mi interior y colectivamente. Una translación se ha
dado, una especie de pasaje, una tonsuración.
Y acaso es por lo mismo que vengo con la sangre
caliente, enloquecida, cargada de electricidad. Por tanto labraremos nuevos
surcos; romperemos otras dentaduras.
Hay que estar sobres. Téngase en cuenta que nuevos
escenarios nacionales, más bien sombríos, se avecinan, y se requiere de todos
los hombres disponibles para defender el castillo: el castillo de la mínima
decencia, el de la máxima creatividad.
Por fortuna, en esta secuela excitante de Buscando a
Syd volvemos, no con una, sino con dos columnas y 1500 caracteres más.
Se ve que el guionista nos ha añadido súperpoderes.
4. Son las 6.05 de un viernes cualquiera y el tráfico
abruma allá afuera mientras acá adentro termino de escribir esta columna, que
es la primera y la siguiente. Nada realmente termina, todo realmente empieza.
Esta página se escribe y se borra al mismo tiempo. Es como un sueño insinuado en
donde todas las formas, rostros, nombres, son de veras inéditos, pero que
siendo tan frescos y brotantes, a la vez guardan una atmósfera o fragancia
antigua, sempiterna, para siempre reconocible, como en un texto de Nerval.
Ya saben: uno de esos sueños en donde todo es igual,
y sin embargo todo es distinto.
(Buscando a Syd publicada el 12 de noviembre de
2015.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario