El orden de la vida (1)
Mi pasión por la opinión me ha llevado a
tener unas seis columnas ya, en diversos medios. Es un pathos mío. De todos
estos proyectos el más longevo ha sido Buscando
a Syd, una colaboración que empezó hace casi quince años. Nunca he tenido trabajo
más estable.
He amado esta mi columna, que se estableció
sarnosa, cafre y pendencieramente en las páginas finales del presente diario, en
donde tuvo buena compañía. He amado esta mi columna, sí, aunque alguna vez
pensé en dejarla. Y qué bueno que no lo hice.
Esto va a sonar estúpido, narcisista y
barato, pero antes que todo el mundo fuera columnista a través de su maldita página
de facebook, blog o lo que fuere, yo tuve mi propio espacio de opinión, y fue
de veras mío.
Y fue de veras mío porque me lo apropié
bestialmente.
La intención fue apartarse del tono
excesivamente editorializante, de la actitud del opinador experto, cosa que no
soy. Mi rol es no serlo, y desde allí hablar. Preferí a la analistocracia de
turno la imaginación verbal, la intimidad creativa, e incluso en mis piezas más
predicadoras hubo siempre cierta propensión autoral, lírica, oblicua. Siempre
consideré a Buscando a Syd un
proyecto literario de naturaleza.
Tener una columna propia es cosa
importante para un escritor. Con todo, al principio situaba a Buscando a Syd en un lugar secundario respecto
al resto de mi trabajo todo. Con los años me di cuenta que ha sido central en
mi escritura y en el cuerpo de mi obra, si puedo hablar en esos términos.
Tener una columna hebdomadaria tantos
años refina prosa y discriminación como ninguna cosa. Hoy releo mis primeras
columnas con ternura y suficiente vergüenza. Pero pienso que conseguí, con el
tiempo, mejorar mi estilo columnístico.
A muchos este estilo no les ha gustado. No
me es oculto que hay gentes que detestan mis colaboraciones. Las apostrofan
derogatoriamente, como si fueran peces abisales, complicados y monstruosos. Y
lo son.
Aunque multitud de veces también dimos
mensajes simples, inocentes y directos, porque a estas alturas uno escribe en
cualquier modo o forma que le salga de los huevos. Como sea, ante las cribas se
va adquiriendo un cuero especial, como de saurio.
(Buscando a Syd publicada el 23 de julio
de 2015.)
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