Criterio mutante
Buscando
a Syd regresa con
nuevos aires y upgraded, tras haber sido secuestrada por una interminable serie
llamada Gt.
Concibo a Buscando a Syd como una columna abierta al cambio, y a lo largo de
sus ya casi quince años de vida ha pasado por toda clase de metamorfosis, en
fondo y forma.
Bien podría llamarse Caitlyn.
Pero aún con todos esos cambios, su
esencia ha permanecido la misma. Me refiero a eso de rendir un criterio mutante
de las cosas públicas y privadas, con táctica creativa y verbal.
Esa táctica es especialmente importante
ahora. En tiempos de grandes saltos hay que hacer parkour con las palabras. Y
mejor si es en contra de los esbirros, los mercachifles, los mierdas usuales,
que siempre buscan quedarse con el mundo.
El humor ayuda. Reconozco que
últimamente he estado un poco seriecito. Mea culpa. Pero sepan que nada me
horroriza más que la solemnidad. Sosa solemnidad propia de tantos columnistas
que se pasan la vida pontificando en tonalidades napoleónicas mientras se
dedican a marrar tiros editoriales en los polígonos del aburrimiento a la hora
en que a nadie más le importa.
Yo no quiero que Buscando a Syd se convierta en una de esas rígidas–adocenadas
colaboraciones.
Volveremos al humor y volveremos a los
márgenes. Después de todo, Buscando a Syd
nació en las orillas, en las periferias de este diario. No vamos a traicionar
esa marginalidad suya, que es decir su naturaleza extraña, insecta.
Entiéndase: no traicionar para nada quiere
decir quedarse quieto. Aquí el compromiso es huir hacia delante, y abrirse paso
virilmente –y hembrilmente– entre la selva. Siete machetes me acompañan. Van
bien afilados.
(Buscando a Syd publicada el 11 de junio
de 2015 en El Periódico.)
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