Gt (65)
También quiero advertir que no debemos
construir una nacionalidad para apartarnos del otro. ¡Cuidado con la
retroterritorialidad! Tenemos completo derecho de identificarnos con cualquier
expresión cultural del planeta sin ser linchados por ello, independientemente
de lo que dicta el dpi. ¡Porque mientras sigamos pensando que nuestra identidad
localizada tiene más peso que nuestra identidad global, seguiremos fragmentando
y creando bunkers tectónicos de paranoia cultural!
Voy en contra de la falacia del
compromiso local exclusivo: formar parte de una realidad local en ningún modo exime a nadie
de su ciudadanía regional y global (y cósmica). De la misma manera que es
sagrada obligación interesarnos en los asuntos de nuestro país también lo es el
mostrar un genuino interés en cualquier conflicto que ocurra en cualquier parte
del planeta, y comprender que en un mundo interdependiente cualquier crisis en
cualquier latitud afecta por igual a todos, todo el tiempo. La distancia
geográfica y cultural no debe y no puede ser bajo ningún criterio un pretexto
para alejarnos del llamado otro. Con toda nuestra fuerza moral e intelectual
trataremos lo mejor que podamos de investigar y comprometernos con las
realidades íntimas pero también con las remotas, bajo el entendido de que todas
son irrevocablemente nuestras.
Por demás, ocurre con
frecuencia que la misma proximidad con un conflicto impide a aquellos que lo
viven tan de cerca generar soluciones objetivas o fuera de la caja, en cuyo
caso el observador distante bien puede ser el único chance que tienen de
encontrar una salida. Se hace evidente aquí que no hay que utilizar el
argumento de la responsabilidad planetaria para crear escenarios gratuitos de
intervención violenta.
(Buscando a Syd publicada
el 28 de mayo de 2015 en El Periódico.)
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