'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







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Solo al trascender estos y muchos otros escollos, podremos de verdad seguir con el trabajo peludo de abrir la caja de pandora de las voces y las creencias y las convicciones y las opiniones y las diferencias. Está claro que a estas alturas y ya metiditos en el siglo veintiuno, no podemos mantener una identidad o narrativa monolítica de país. El trabajo es sencillamente coral.
           
Esta coralidad no cancela la disensión, sino la protege. Así pues, lo ideal es que las masas organizadas practiquen la disidencia (productiva), la crítica (informada), la oposición (afirmativa), la resistencia (práctica), el disentimiento (digno), la ironía (sabia) y por veces la desobediencia (consciente) en relación a cualquiera de las plataformas patológicas de la administración y cultura dominantes. En suma, legitimar y estimular la lucha honesta, inteligente y sensible como ciudadanía deseable.
           
Coralidad tampoco quiere decir arreglarlo todo a fuerza de mesas redondas y debates públicos y negociaciones. Comprendamos que estas estrategias incluyentes y conversacionales no siempre son las mejores (¡oh, apostasía!). No caigamos en la autocracia del consenso. A veces la acción no consensuada es, de hecho, la más efectiva.
           
Agrego que la coralidad incluye los reinos animal, vegetal y mineral. No se puede repetir lo suficiente eso de la agenda ecológica. Antes a los que se preocupaban por la ecología los llamaban eco–histéricos. Pasadas las décadas, el término ya no se escucha en columnas y diarios locales. Cualquiera que aún sostenga que la destrucción del medio ambiente es una doctrina paranoica quedará como un imbécil. La única prosperidad posible es aquella que está consciente de que vivimos en un mundo limitado, con los recursos contados. Actuemos en consecuencia, en sana distribución, de acuerdo a las necesidades pendientes. No admitamos soluciones ambientales decorativas. Tampoco importemos modelos voraces y entidades explotacionales que solo traen miseria y destrucción a nuestro medio.


(Columna publicada el 9 de abril de 2015.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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