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Definitivamente, me parece que hay que cuidarse
del relativismo mórbido, esa horizontalidad circular en donde ya no hay lugar
para la autoridad o la jerarquía o la verticalidad, y más que nada, en donde ya
no hay lugar para lo sagrado, y aquí se entiende lo sagrado por supuesto en su
acepción abierta.
En términos prácticos, el desconfiar de la
jerarquías y el no saber cristalizarlas hace que las organizaciones demasiado
horizontales se vuelvan inoperantes, deslideradas, incapaces de movilizar
recursos y personal, o de proveer inspiración de calado que no sea lateral y
endogámica.
No es infrecuente que los activistas grassroots sean incapaces de montar
proyectos de largo plazo y de envergadura. Especialmente cuando les gusta la
vida relajada, alejada y alternativa en un pueblo en el interior...
Si no son ateos rematados, y si tienen alguna
tendencia al optimismo sutil y místico, van mezclando su lucha con lugares
comunes sobre el amor universal, mientras fuman unos purotes de buena yerba, y
se meten uno que otro enteógeno, al lado de algún cuerpo lacustre. Luego
terminan perdidos en alguna secta chamánica, contando mantras hasta el
infinito.
Estoy bromeando, más o menos. Lo cierto es que
no tengo nada en contra de la simplicidad voluntaria ni la vida retirada, muy
al contrario, y yo mismo, en cierto modo, la practico. Siempre y cuando no se
convierta en un modo conveniente de evadir las complejidades del momento
crítico que estamos viviendo, en lo íntimo y en lo social.
Tampoco es que no existan frentes muy serios de
compromiso en el país. Abundan ejemplos de organizaciones y redes de
solidaridad muy concretas y disciplinadas, con personas extremadamente formadas
e informadas, de mucho carácter y de muy notable alcance, dispuestas a hacer el
trabajo sucio.
No quita que existan otros idealistas
completamente incapacitados para crear cambios en las metaestructuras,
especialmente porque al desconfiar del universo del poder y los ambientes
jurídicos, no se meten a esas aguas, cuando solo allí podrían ganarse ciertas
batallas.
A veces hace falta un poco de realpolitik para conseguir resultados.
Un problema es que sobran aquellos que no quieren mancharse las manos. Por lo
mismo no desean entrar a un mismo cuarto con sus antípodas políticos: semejante
conversación les mancillaría su precioso e inmaculado discurso. Dejando así a acolmillados
o advenedizos en completa libertad de ocupar las plazas clave de poder.
La verdad es que quieren (o queremos, debería
de decir) permanecer puros y héroes en la propia torre de cristal ideológica,
hablando de política, pero fuera del fango.
Y sin embargo es imposible salvar el culo y las
apariencias al mismo tiempo.
Y sin embargo el culo hay que mojarlo.
(Columna publicada el 19 de marzo de 2015.)
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