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Es con una vida más o menos integrada y feliz
como mejor podemos ocuparnos de crear una vida comunitaria total: justa y
consistente, igualitaria y pluralista (lo cual implica apertura hacia el reino
animal, vegetal y mineral), sensible y solidaria, comprometida y dinámica.
Puede que algunos estén cabeceando del sueño, o
arrancándose los pelos de la irritación, mas sin embargo estas son todas
nociones, por muy idealistas, importantes. Hay que pedir testimonio de una
mejor conversación social, más segura, más calurosa, más armoniosa, más sana. La
horizontalidad como principio superior. En este nivel de consciencia, el
entendimiento comunal adquiere una autoridad sin precedentes.
Se entiende que las leyes y el orden son buenos
sin son para todos, si representan el grueso de la población, y si no
privilegian a unos sobre otros. Son horrorosos por ejemplo esos desalojos
desalmados, a veces con muertos y siempre con golpes. El enfoque simple y
básico es de igualdad. Todas las perspectivas son iguales en el sentido de que
todas tienen derecho a ser, y de hecho, son.
Cuando decimos que las perspectivas son iguales
no queremos decir que no haya lugar para la diferencia. Siendo iguales, somos
distintos. Entra a jugar la tolerancia, que no es otra cosa que la aceptación
de la diversidad. Siempre y cuando podamos celebrar esta diversidad sin caer en
el lado bestial de lo políticamente correcto, estaremos más o menos bien. Una
de las cosas sospechosas de la corrección política es que al deificar la
diferencia crea escenarios fantasiosos de exclusividad –tan a menudo
paternalistas o maternalistas– que
rebasan la mera compensación social. Y luego está esa corrección política que
es muy aprovechada, pues vive literalmente del otro.
No es que beneficio y caridad no puedan ir de
la mano. Por supuesto que pueden ir de la mano, y de hecho es lo recomendable,
como ya expliqué en párrafos anteriores. Lo que no podemos tolerar son todas
esas formas de explotación discursiva y material que se disfrazan de abnegación
o responsabilidad colectiva, cuando en realidad están construyendo una
monstruosa plataforma de dinero, gratificación y prestigio.
Contra tanta venalidad, hay una forma de
sensibilidad que posibilita la libertad relacional verdadera. En su lado más
activo, se traduce como lucha contra la indiferencia, por virtud de la entrega
social, un valor sublime. En Guatemala hay muchos ejemplos de individuos
desinteresados, con gran vocación de servicio, que no buscan mórbidamente pago
o reconocimiento, y sirven minuciosamente su causa, sin desviarse.
(Columna publicada el 12 de febrero de 2015.)
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