'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







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Todo lo que dije en la sección anterior no es una invitación a caer en una jerarquía protocolaria, tradicionalista y asfixiante. No queremos conformarnos a un sistema gris, pesado y burocrático de regulaciones. Tampoco recomendamos el trip clanista y patriotero. No hay nada más hermoso que liberarse de las conexiones opresivas de la familia y el país, y empezar a encontrar en uno mismo una voz, una libertad propia, flexible, no tradicional, inclusive extraña (familias y sociedades que no respetan a los disconformes, a los excéntricos, a los solitarios, a los rebeldes y a los freaks observan la patología de lo convencional). No queremos limitarnos al corsé conservador y a la república milimétrica con su tinglado de leyes y creencias y presiones y castas sin fin. También hay que respirar, vamos. Relajarse. Vivir. Salir un poco de la retícula moralista, maniquea, literal, anatémica, marcial, rígida, sacrificial, ideológica, aburrida, solemne, remachona, mecanicista y punitiva. Urge gozar un poco de libertad. Elevar nuestra capacidad de interpretación y de crítica. Y luego: ¿a qué negar la cultura de lo agradable? Si algo necesitamos los chapines es placer, y no me refiero a un placer genital de bestias o violadores o alcohólicos, sino al placer refinado que solo puede rendirnos una cultura auténtica del bienestar, la plusvalía responsable, la abundancia y la prosperidad integrada. La clase de existencia que nos permite desarrollarnos físicamente; elevar nuestra conexión con la naturaleza y el medio ambiente; cultivar una sensualidad superior; trabajar en condiciones satisfactorias; mantener un ocio experimental y creador; nutrir una rica esfera de relaciones;  viajar y acumular nuevas percepciones; liberar nuestra creatividad y expandir nuestro horizonte estético y expresivo; potenciar nuestra educación tanto en las llamadas humanidades como en relación a los paradigmas científicos y tecnológicos; explorar la libertad intelectual y secular; pero asimismo la espiritualidad y la consciencia. Ahora bien, ¿quién puede disfrutar la vida cuando tiene que trabajar como bestia en las mazmorras del laberinto social?


(Columna publicada el 22 de enero de 2015.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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