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Todo lo que dije en la sección anterior no es
una invitación a caer en una jerarquía protocolaria, tradicionalista y
asfixiante. No queremos conformarnos a un sistema gris, pesado y burocrático de
regulaciones. Tampoco recomendamos el trip clanista y patriotero. No hay nada
más hermoso que liberarse de las conexiones opresivas de la familia y el país,
y empezar a encontrar en uno mismo una voz, una libertad propia, flexible, no
tradicional, inclusive extraña (familias y sociedades que no respetan a los disconformes,
a los excéntricos, a los solitarios, a los rebeldes y a los freaks observan la
patología de lo convencional). No queremos limitarnos al corsé conservador y a
la república milimétrica con su tinglado de leyes y creencias y presiones y
castas sin fin. También hay que respirar, vamos. Relajarse. Vivir. Salir un
poco de la retícula moralista, maniquea, literal, anatémica, marcial, rígida,
sacrificial, ideológica, aburrida, solemne, remachona, mecanicista y punitiva.
Urge gozar un poco de libertad. Elevar nuestra capacidad de interpretación y de
crítica. Y luego: ¿a qué negar la cultura de lo agradable? Si algo necesitamos
los chapines es placer, y no me refiero a un placer genital de bestias o
violadores o alcohólicos, sino al placer refinado que solo puede rendirnos una
cultura auténtica del bienestar, la plusvalía responsable, la abundancia y la
prosperidad integrada. La clase de existencia que nos permite desarrollarnos
físicamente; elevar nuestra conexión con la naturaleza y el medio ambiente; cultivar
una sensualidad superior; trabajar en condiciones satisfactorias; mantener un
ocio experimental y creador; nutrir una rica esfera de relaciones; viajar y acumular nuevas percepciones;
liberar nuestra creatividad y expandir nuestro horizonte estético y expresivo;
potenciar nuestra educación tanto en las llamadas humanidades como en relación
a los paradigmas científicos y tecnológicos; explorar la libertad intelectual y
secular; pero asimismo la espiritualidad y la consciencia. Ahora bien, ¿quién
puede disfrutar la vida cuando tiene que trabajar como bestia en las mazmorras
del laberinto social?
(Columna publicada el 22 de enero de 2015.)
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