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Viendo lo mucho que mi país no evoluciona,
nació en mí un interés descomunal por el fenómeno del cambio: sus condiciones,
sus posibilidades, su naturaleza. Una de las cosas que me di cuenta es que en
Guatemala hay un mismo dogmatismo, con ideologías distintas. No nos ocupemos
pues en un primer movimiento de las ideologías: ocupémonos del dogmatismo. Por
demás, creo que tenemos muchas prerrogativas como país, y que no estamos tan
mal como en otros lados. A veces decimos que somos la peor mierda en este gran
mundo, pero ello no es más que arrogancia inversa.
Desde luego, me preocupa nuestra
incapacidad de generar un mapa de entendimiento nacional. El reto es encontrar
un esquema que nos permita salir de la carnicería de perspectivas en pugna que
es actualmente Guatemala. La posibilidad de una nueva guerra civil no es
descabellada. A menos que llevemos adelante una revolución –pero no una
revolución monoideológica, sino integral– esto se pondrá sinceramente
horrible. El reto será encontrar los líderes que puedan funcionar dentro de
este nuevo estadio de circulación cultural. De momento no existen, o apenas
existen.
Hay múltiples agendas coemergentes que
me interesa que mi país actualice, para que el mismo pase de ser un sistema
clausurado y estanco a un sistema abierto y fluido. Un sistema abierto y fluido
es un sistema que no privilegia una perspectiva sobre las demás, sino que las
incluye todas, en un mismo campo de unidad dinámica. Inherentemente, ninguna
perspectiva posee más jerarquía que cualquier otra. Eso no quiere decir que no
se den jerarquías de funcionalidad. De
ello hablaremos otro poco más adelante.
De momento, hagamos un viaje por estas
distintas perspectivas, que también son en sí mismas programas generales de
trabajo.
(Columna publicada el 27 de noviembre de
2014.)
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