Gt (39)
Si yo tuviera que venderle mi país digamos
a un turista potencial, o bien a un amigo extranjero, para que así viniera a
visitarlo, ¿cómo lo haría? Empezaría diciéndole lo de siempre: que Guatemala,
situada en el ábside de Centroamérica, es una experiencia cultural
transformadora, sobre todo para aquellos visitantes que, más que unas
vacaciones convencionales, desean algo que impacte su percepción de la
realidad. Agregaría que otros destinos turísticos en otras partes del mundo ya
sea ofrecen ambientes de realidad muy específicos, o bien ofrecen multiplicidad
de posibilidades, pero a gran costo de recursos y tiempo. Guatemala tiene la
enorme ventaja de localizar una multitud de experiencias en un espacio comprimido
y accesible. Es un país portátil, un país–aleph. Por su posición única
geográfica e histórica reúne condiciones y características muy especiales, que
benefician esa implosividad o concentración cultural nuestra. El turista aquí
es Alicia: entra por una madriguera diminuta y termina en un mundo vasto y
cromático, con toda clase de expresiones texturadas y ricas, y tantos niveles
de realidad. Colisión de historias y geografías, superposición de perspectivas
y visiones del mundo, campo fértil de identidades. Podemos hablar de un
palimpsesto único de temperamentos y temperaturas sociales, y de un rico
surtido de cepas identitarias (con su complejidad de etnias, códigos
lingüísticos, etcétera) difíciles de aprehender o tipificar en una sola
totalidad. Climas y microclimas, mundos y micromundos, cosmos y microcosmos.
(Columna publicada el 30 de octubre de 2014.)
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