'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







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La libertad política anunciada por la derecha brota en cierto modo del corazón del individuo: la realidad privada como sistema compartido. Dependiendo de la idiosincrasia y nivel memético, puede enfatizar valores republicanos y conservadores tales como la responsabilidad, el respeto, el mérito y la obediencia (por ejemplo a la ley: la libertad como derecho de orden jurídico, que cuando se degrada puede convertirse en rigidez represora); o bien enfatizar valores mercantiles y competitivos tales como el intercambio, la autonomía mercantil, la oportunidad liberal y la pasión tecnocrática (todo lo cual puede dar rasgos piratescos, insensibles, libertinos, oportunistas y vesánicos). Con frecuencia –y como sabemos– ambas modalidades se combinan, genéticamente. ¿Qué más? La memoria y el resarcimiento histórico son vistos con amplia desconfianza (por ser un proceso social y materialmente oneroso, y desde luego porque hay no pocas colas machucadas) y percibidos por lo general como una brida innecesaria para el desarrollo, lo cual en algunos casos no deja de ser cierto.

Luego hay otra clase de libertad, aquella representada por la izquierda, en donde la ética colectica y social se vuelve horizonte. Ello tiende a centrifugar su locus político y económico: el sistema es aquí lo crucial, por tanto lo que pide el individuo de izquierda es un cambio de sistema. La izquierda entiende a menudo la libertad como un contexto de apertura,  o correlativamente, como ausencia de obstrucción, subordinación, prohibición, coerción, conformación o servidumbre. En cuyo caso se hablará, por dar un ejemplo, de la libertad sindical o de expresión. Este enfoque de libertad defiende, con toda la idealidad del caso, la emancipación del cuerpo gregario, y está basado en la oportunidad igualitaria (de vida, trabajo, educación y así sucesivamente) y el derecho natural, humano o civil. También se apoya en el insight cultural. Algunas veces, recurre a la desobediencia, ya sea ponderada o ácrata, lo cual enerva lo suficiente a las comisarías administrativas y las jerarquías económicas dominadoras de turno, que son las de siempre. Repetidamente cae en esta o aquella forma de victimismo, y en la nostalgia remachona, inmovilista, pero también propone formas verídicas, importantísimas de dignidad histórica.


(Columna publicada el 2 de octubre de 2014.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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