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La libertad política
anunciada por la derecha brota en cierto modo del corazón del individuo: la
realidad privada como sistema compartido. Dependiendo de la idiosincrasia y
nivel memético, puede enfatizar valores republicanos y conservadores tales como
la responsabilidad, el respeto, el mérito y la obediencia (por ejemplo a la ley:
la libertad como derecho de orden jurídico, que cuando se degrada puede
convertirse en rigidez represora); o bien enfatizar valores mercantiles y
competitivos tales como el intercambio, la autonomía mercantil, la oportunidad
liberal y la pasión tecnocrática (todo lo cual puede dar rasgos piratescos,
insensibles, libertinos, oportunistas y vesánicos). Con frecuencia –y como
sabemos– ambas modalidades se combinan, genéticamente. ¿Qué más? La memoria y
el resarcimiento histórico son vistos con amplia desconfianza (por ser un
proceso social y materialmente oneroso, y desde luego porque hay no pocas colas
machucadas) y percibidos por lo general como una brida innecesaria para el
desarrollo, lo cual en algunos casos no deja de ser cierto.
Luego hay
otra clase de libertad, aquella representada por la izquierda, en donde la
ética colectica y social se vuelve horizonte. Ello tiende a centrifugar su
locus político y económico: el sistema es aquí lo crucial, por tanto lo que
pide el individuo de izquierda es un cambio de sistema. La izquierda entiende a
menudo la libertad como un contexto de apertura, o correlativamente, como ausencia de obstrucción,
subordinación, prohibición, coerción, conformación o servidumbre. En cuyo caso
se hablará, por dar un ejemplo, de la libertad sindical o de expresión. Este
enfoque de libertad defiende, con toda la idealidad del caso, la emancipación
del cuerpo gregario, y está basado en la oportunidad igualitaria (de vida,
trabajo, educación y así sucesivamente) y el derecho natural, humano o civil.
También se apoya en el insight cultural. Algunas veces, recurre a la
desobediencia, ya sea ponderada o ácrata, lo cual enerva lo suficiente a las
comisarías administrativas y las jerarquías económicas dominadoras de turno,
que son las de siempre. Repetidamente cae en esta o aquella forma de
victimismo, y en la nostalgia remachona, inmovilista, pero también propone formas
verídicas, importantísimas de dignidad histórica.
(Columna publicada el 2 de octubre de 2014.)
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