'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Gt (30)

Hay eso en nosotros: la sumisión, la inercia. Cedemos a los poderes genéticos locales con entera disposición. Hemos sido amaestrados, puestos en una cruda silla de ruedas.

Para contravenir una suerte de indolencia que nos distingue, proveniente tanto de nuestro lado tradicional como mediador, creemos indispensable reivindicar el valor de la lucha.

Tampoco es que sea un valor arbitrario. Aunque no ha brillado siempre como quisiéramos, de hecho tenemos un carácter luchador. Ya explicamos antes con suficiente detalle (Gt 10, 11 y 12) lo mucho que los guatemaltecos tenemos de guerreros–guerreras. También explicamos como hemos pervertido y canibalizado nuestra noción de combate, y nos hemos convertido en opresores, en unidades de furia y estructuras de aplastamiento.  

La palabra lucha es equívoca, y de esa manera puede animar el conflicto grosero. Pero la dejo como tal, por ser una palabra epico–lírica, y porque quiero insistir en legitimar los conflictos y tensiones de orden creativo, y reivindicar la nobleza de algunos combatientes inspirados.

Por lucha hay que entender resiliencia/resistencia y sano enfrentamiento. Deberá ser una batalla despierta, inteligente. Por demás, creemos plenamente en la diversidad confrontacional: en el gran mosaico de la lucha. Cada cual tiene una conexión con aquella revuelta que le resulta más cercana. No podemos criticar a los defensores de los animales por no defender más bien a los niños hambrientos. Que cada quien luche en el territorio que le resulte más natural, que mejor lo inspire. Que ninguno jerarquice ni legisle autocráticamente la esfera del compromiso de acuerdo a sus propios valores absortos.

No se trata, por supuesto, de crear antagonismos estúpidos,  peligrosas polarizaciones. De haber una crisis de peso, más vale que produzca una nueva claridad cultural, un nuevo nivel de inmunidad psicosocial, un salto evolutivo contundente para uno y para todos. Por otro lado, hay agendas compartidas: la lucha contra la impunidad, por ejemplo, o la lucha, aunque suene conceptualmente contradictorio, por la paz, por un estado pacificado.

Quisiera añadir que lucha también quiere decir esfuerzo, trabajo. Muchos guatemaltecos, de distintos registros ideológicos, convienen en eso: que hay que bretear. Pero ojo: no es cuestión de bretear como borregos o como esclavos –para sostener el statu quo y los intereses narcisistas– sino para emanar sistemas crecientes, más complejos de bienestar. 


(Columna publicada el 28 de agosto de 2014.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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