Gt (22)
En este
estudio general de nuestras propensiones he pecado de algo: he analizado más
que nada las sombras de estas propensiones, y no sus luces. Pero como dije en
algún momento estas propensiones no son en su origen ni buenas ni malas. Bueno
es cuando usamos una determinada pulsión para elevarnos. Malo es cuando tomamos
la misma pulsión y la contaminamos con una agenda ambigua o corrupta.
Eso aplica al
hecho de ser conservador. En efecto, ser conservador es un hecho neutral, que a
partir de allí puede manifestarse de modos sanos o insanos.
Un modo insano
de ser conservador es cuando lo tradicional deriva a lo clónico, a la copia
despersonalizada y al copy/paste.
Vivimos
en una cultura que se limita a reduplicar contenidos, a robar ideas y
realidades, a repetir lo que ya se hizo. Se ha notado además que
esta es una cultura que, no solo celebra la uniformidad, además castiga la
diferencia, ahogando activamente cualquier asomo de instinto creativo.
No
importa si se trata de un edificio, una campaña publicitaria, un tuit, un
sonido para una rola, o un compartimiento en un grupo de Doce Pasos. En este
país, todo el mundo se lo fusila todo, todo el tiempo. La explicación está en
la pereza, poca creatividad, en la falta de un imperativo de autenticidad. Y
luego esos mismos gárrulos sin espíritu, palabreros sin substancia, indignados
porque un politicastro se roba una tesis, por ejemplo, como si no fueran ellos
mismos una perfecta copia de algo ajeno. Y todavía consiguen convencerse de que
lo que están haciendo proviene de ellos y nadie más.
Solo seremos
héroes cuando dejemos de copiar. No hay tal cosa como un heroísmo prestado,
importado. No quiere decir que no podamos descubrir fuera del propio contexto nuestra
leyenda íntima. Hay toda una cepa de heroicidad viajera, nómada o inmigrante, y
algunos colocan en esa franja a Ricardo Arjona, nuestro provenzal Bilbo Baggins,
en estirado.
Pero tiene
que quedar claro que héroe es quien ha realizado su proceso de individuación, esto
es: quien ha tenido el coraje de abismarse en sí mismo, el valor de ser lo que
es. Los héroes artificiales y manufacturados no funcionan más allá de lo
decorativo. Por eso no funciona el mito de Tecún Umán. Por eso y porque no es
un héroe ganador, sin ser tampoco un antihéroe. Lo mismo ocurre con muchas de
nuestras figuras históricas (como el recientemente celebrado Árbenz) que residen, más bien, en el limbo, en la región
abortiva de los héroes.
No quiero
tirar al bebé con el agua shuca, pero sí quiero apuntar cómo muchos de nuestros
idealismos líricos, remachones y regresivos están construidos sobre derrotas o
empresas pasadas y fallidas, que chapuceamos tristemente.
Por supuesto,
no es que no haya que conservar: ¡tantas cosas que merecen ser conservadas, en
nuestro país, y para ello se requiere una personalidad conservadora!
(Columna publicada el 3 de julio de 2014.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario