'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







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Conservadores somos, y de hueso colorado. Comedidos, contenidos y catequistas. Es una represión asumida y callada. Pero luego hay otra clase de represión, más explosiva y abierta, que se activa cuando mezclamos los propios credos e idearios con las más carnívoras predilecciones marciales, en cuyo caso pasamos de la prédica deprimida y desdentada a una especie de orgía enfogonada de supremacía moral y bíblica (todo lo cual aplica a lo político y lo ideológico también). Se ve que somos tan católicos como evangélicos.

¿Qué más? Cuando estamos inscritos en una línea, en un engranaje, nos sentimos perfectamente en casa, pronto incluso nos inflamos, nos abultamos lo indecible. Eso explica el mal modo de aquellos que han estado demasiado en un puesto, y lo perciben ganado. Cuántos burócratas, ratas de escritorio, funcionarios pálidescentes, y protectores públicos o privados creen que por ser parte de un sistema están exonerados de dar una sonrisa, supurando apatía o agresión. En el sector servicio, lo mismo.

Luego hay que decir lo obvio: el verticalismo en su manifestación enferma se traduce como prepotencia injusta, como opresión jerárquica, y desde luego como exclusión, en múltiples variantes: segregación económica, gélido clasismo, nacionalismo egótico, racismo tan profundo, discriminación por género y de orientación sexual. La homofobia es rampante, dando lugar a toda clase de vidas reprimidas y existencias de clóset, muchas de doble rasero.

En fin, es el guatemalteco que establece un nauseabundo sentido de superioridad sobre sus compatriotas. O, recíprocamente, un nauseabundo sentido de inferioridad, de sumisión, ya sea en relación a otros guatemaltecos, o bien a un grupo de extranjeros (por ejemplo a los gringos, como se vio en 1954).

Porque atacamos y devaluamos al otro, y porque nos atacamos y devaluamos a nosotros mismos, es que nuestra autoestima colectiva está por los suelos. Es la guerra de los estereotipos.


(Columna publicada el 19 de junio de 2014.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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