'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







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Algo así: somos por un lado inocentes, por el otro nada inocentes. La dimensión marrullera desmiente nuestro bon sauvage. Nos referimos a cierto espíritu socarrón y astuto que caracteriza al guatemalteco. A veces es un espíritu con gracia y puntería, pero luego también es sucio, tosco, crudo, mamarracho como ninguno. El abogadillo artero, el grasiento diputado en tribuna, allí tienen ustedes un par de ejemplos de ello.

De los españoles heredamos muchas cosas, y en cuenta un estilo de ser picaresco. El mismo está muy presente en guatemalteco amestizado, pero también es a ratos rastreable en el indígena, que tiene lo suyo de trickster.

Del lazarillo local ya he hablado antes en mis escritos. Así por ejemplo en una entrevista que le hice a Velorio (Velorio: ladino y lazarillo, la pueden googlear). En términos generales,  yo creo que sin el arquetipo del lazarillo, el guatemalteco no aguantaría la vara, psicotizaría en el acto. Es un arquetipo para nosotros muy necesario, porque nuestro medio es muy, muy pesado. El lazarillismo da el ingenio necesario para vadear la ingrata cotidianidad. Alguna vez escribí que Guatemala es un gran país–Lazarillo.

Si usted funge como bandera en un barrio duro, si ha puesto a jugar sus habilidades como merolico, si sabe lo que es ser brocha en una camioneta, si cumple como guajero en la entraña hedionda de la bestiabasura, entonces usted es, a no dudarlo, un lazarillo. También aplica en algún grado si es escritor en Guatemala (a menos, claro, que sea Francisco Pérez de Antón) pues la escritura aquí es un oficio marginal que demanda que recurramos a las más ingeniosas y sátrapas técnicas de sobrevivencia literaria.



(Columna publicada el 15 de mayo de 2014.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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