'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







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Y el problema con fortificar es que no ingresan aires nuevos. Rígidos porteros, guardianes medievales, nuestros límites no son orgánicos, inteligentes o flexibles.

Esta mentalidad defensiva muy pronto se pone anticipatoria, hiperprotectiva, paranoica: ya ofensiva.

Lo que hacemos es imaginar un enemigo, inventarle agendas hostiles, luego adoptar el credo: “la mejor defensa es el ataque”. Atacando, creamos al adversario que tanto temíamos. Nuestra tendencia guerrera, en su versión demoniaca, ya se ha apoderado, víricamente, de nuestra personalidad preservadora (lo cual explica por qué, siendo tan acreditados conservadores, somos tan pésimos conservacionistas). Hemos sido intervenidos por el terror y la lógica ellos–nosotros, a menudo puesta allí por los regresivos curadores del statu quo, con solo un interés en mente: proteger su dinero, su ideología, su vino en la cava, y su hueso en el poder.

Es completamente cierto que a ratos nos preocupamos por la seguridad e integridad del otro y del medio. Pero de un tiempo hacia acá no hacemos más que abrigar nuestro pavor, nuestros pueriles escapes, todas las cosas equivocadas. ¿Por qué no custodiar mejor el coraje y la ternura?

Añado que cuando hallamos una manera de hacer las cosas, un protocolo, no nos cuenta seguirlo, pero nos cuesta un montón deseguirlo. De allí sacamos la disciplina remachona. Sin ser monjes zen en sesshin, un sentido de vigilancia tenemos. Ordenaditos, cautos, incluso consistentes.   

Eso hasta que se nos se nos mete lo cínico y lo lazarillo, de lo cual hablaremos seguidamente.


(Columna publicada el 8 de mayo de 2014.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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