'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Humores que matan (2)

No es para caer –asco– en el otro vicio: el de la corrección política.

Son dos extremos pues: el cinismo posmo, por un lado, en donde todas las posturas son sistemáticamente barridas; y la corrección política –posmodernidad pura ella también– en donde cualquier postura se vuelve intocable, meramente por ser una postura. Y que trae consigo otra clase de inmadurez: la alergia a la crítica. Está claro que un poco de conflicto hebdomedario nos hace bien a todos. De otro modo, botaríamos muy pronto los dientes. Nos volveríamos psicorrígidos.

Así pues: ni mutiladores moralistas, ni inmoralistas programáticos.

La irreverencia es bella, a condición que abra algo en el corazón de algo. El problema con la ironía empieza cuando ya no porta genuina libertad, y más bien encubre su ausencia. Sobre todo cuidado con la ironía que no se autoironiza, que no se autodesmantela, no se autodesacraliza, cortando su única posibilidad de afirmación, y extraviándose en sí misma, especialmente cuando no es buena ironía, y cuando no es muy clara también. Incluso reír de mi mismo es una estafa, si no entrego al final el propio cinismo, que al final me termina devorando.

La ironía patológica se vuelve a menudo conductora de un statu quo. Pasa por libre, sí, pero es reaccionaria, sirviendo agendas inconscientes, incluso conscientes, de agresión, defendiendo determinados centros fríos, en el interior de las personas y colectivos. Podemos aceptar un poco de guasa y bullying, siempre y cuando no sea gratuito, y surja en el contexto apropiado. Pero sin olvidar que, cuando todo haya sido milimétricamente ironizado, lo único que quedará es una gran risa retorcida, en un estéril osario.



(Columna publicada el 20 de febrero de 2014.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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