'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







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Una de estas corrientes nos liga especialmente a la experiencia de la tierra. Lo cual explica por qué nos importa tanto, para bien y para mal, la identidad y la pertenencia: raíces, trajes, etnias, costumbres, orígenes, apellidos, patrimonios, en fin. Peligroso, cuando deriva a formas exageradas de propietarismo, sectarismo, clasismo, nacionalismo. Patético, cuando encalla en ese inaguantable sentimentalismo de terruño, con fondo de marimba. Sobre el caballo de la identidad (con su consigna pueblerina y parroquial) se montan siempre los políticos y los empresarios en este país: como darle un dulce a un niño.

El haber nacido en este paraje vivo –mandala bello, natural, dulce, inocente, fértil, también iracundo– informa nuestro modo de residenciarlo. El único misticismo de veras común de los guatemaltecos es el misticismo de la naturaleza, con su tremenda diversidad ambiental. La palabra Guatemala, proveniente del náhuatl, significa “lugar de muchos árboles”. Al profanar nuestro entorno natural estamos arruinando nuestra ciudadanía misma, nuestra íntima forma de ser, cada vez más desértica, fantasmal y tóxica. Estamos perdiendo nuestra inocencia creativa, nuestra salud primordial y nuestra fuerza intestina.

La monja blanca, el quetzal, son símbolos del aire –símbolos sensibles y sutiles– y responden a un aspecto particular de la naturaleza profunda del guatemalteco, del cual hablaremos luego otro poco. Pero siempre he dicho que nuestro símbolo nacional debería ser, sobre todo, el volcán: nos daría fuerza sísmica, carácter excepcionales. Sin embargo, la ceiba es un excelente emblema, en cuanto representa todas las potencias elementales. Pasa que nadie se ha dedicado a descifrarlo, explicarlo, promoverlo como corresponde, allende las clases menopáusicas de civismo.



(Columna publicada el 13 de marzo de 2014.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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