Cuartillas y caracteres
Muy
agradecido con aquellos medios periodísticos que me han hospedado en sus
páginas, como el ya extinto La República, o bien El Periódico, en donde trabajo
desde los veinte años, El Quetzalteco, Siglo XXI, y más recientemente Plaza
Pública o ContraPoder. Ah, el olor de la tinta impresa o digital.
Así
pues, el periodismo y yo hemos ya conyugalizado bastante nuestra relación. Hace
mucho tiempo que el periodismo y yo nos levantamos en la misma cama.
Es
cierto que no podría vivir exclusivamente del periodismo freelance –el que yo
practico– pero trato en todo caso de mantener viva la conexión. ¿Por qué?
Porque el periodismo me genera varios órdenes de felicidad. Y porque el
periodismo me da el lector que jamás me ha dado la literatura –esa mezquina
meretriz. Escribo los libros que nadie lee: pero las columnas, en cambio, a
veces son leídas, y a veces, las crónicas, las entrevistas y los reportajes.
No
es que me fascine llamarme periodista, porque eso sería insultar a aquellos amigos
míos que de verdad lo son, y que admiro. Esos héroes que se sumergen en las
realidades y nos rinden lo objetivo. No soy periodista, ni analista político, no
soy sociólogo, ni intelectual. Soy algo así como escritor y diletante de los
medios impresos, que por alguna mutante razón, que agradezco, me dan
ocasionalmente brete. Acaso porque tengo rabia de escribir. Y porque no fallo
un deadline.
Han
sido ya un montón de cuartillas y caracteres. En el Periódico llevo trabajando
diecisiete años, que es lo que lleva el Periódico de trabajar. Esta longevidad
con El Periódico algo significa, y si no significa nada para nadie, significa
algo para mí.
(Columna
publicada el 5 de diciembre de 2013.)
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