Juan Miguel, o la cultura
Activistas
culturales enquijotados, dando lo sensible a las sociedades. Se piensa que
erradicar el hambre, curar al enfermo, es por fuerza más importante que la
cultura, pero está visto que la cultura y la sensibilidad son condiciones
esenciales para erradicar al hambre, curar al enfermo. La cultura no como lujo,
sino como pulsión que da contexto, medio y propósito a la sobrevivencia; y que
requiere ella misma sobrevivir y ser sanada. ¿Cuándo dejará de ser la cultura
la decorativa expósita sempiterna que siempre aquí ha sido?
En ello pienso,
por pensar en Juan Miguel Arrivillaga, un viejo conocido, que hoy vive quebrantos
delicados de salud. Juan Miguel posee muchos talentos –comunicador, columnista,
neojipi, pieza de la bohemia creativa, estatua, viajero, festivalero, diseñador,
músico– y todo eso ha desembocado en su personalísimo compromiso con la cultura.
Un activismo de base, con pequeños recursos, o sin recursos a secas, construido
desde la colaboración voluntariosa, la autogestión, el sentimiento comunitario,
la mística de conectar por todos los medios, en cuenta lo impreso, radial o lo internético
libre. Una lucha de gota a gota que ha producido tantas iniciativas, por
ejemplo en el interior del país.
He estado
pensando mucho en Juan Miguel porque ha sido asaltado por un veloz tumor que ya
le ha dejado el lado izquierdo sin movilidad. Podemos devolver a este activista
cultural lo mucho que él nos ha dado, y contribuir con sus gastos médicos,
onerosos como son esa clase de gastos, depositando en la cuenta monetaria de Banrural
número 3156015779, a nombre de nuestro querido Juan Miguel Arrivillaga.
(Columna
publicada el 24 de octubre de 2013.)
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