El animal Byron
Te voy a contar una historia
del Byron; no es para que la andés repitiendo.
El Byron me invitó a comer
el otro día a una carreta mierda de shucos a donde le gusta ir, no me preguntés
por qué. Cuando llegamos le dijo al pisado que hace los panes: ahí me traes un shuco limpio, que no que me
quiero enfermar como la otra vez, ¿me escuchás, hueco serote?
Ya te imaginás al pobre
culero de la carreta: estaba cagado. Mirá que si me enfermo, te vengo a buscar,
le dijo el Byron. Nos comimos los panes, que a mí no me parecieron la gran
mierda, pero el Byron andaba feliz, el serote, comiéndose sus shucos.
A mí el Byron me cae bien:
es bien de a huevo: lo que pasa es que está loco. La clase de pisados que miran
un chucho en la calle y le zampan un patín, solo por chingar. La otra vez me
propuso que nos hueveáramos el cadáver de un viejo pistudo que se acababa de
morir, y lo que quería el Byron es que le cobráramos a la familia el rescate
por el cuerpo. Ahí sí le tuve que decir al Byron nel vos: hay mierdas que no
se hacen.
No mirás pues que, después
de comer los hot dogs, cabal se enferma el Byron. Una diarrea de la gran puta. Y
se puso para vergazos. Cuando me sienta mejor, me dijo, voy a vengarme de ese pedazo
de caca, gritaba en el celular. Así que, al día siguiente, pasó por mí. Yo
pensé que lo íbamos nomás a moronguear, al hotodoquero, y ya. Pero Byron paró
el carro enfrente de la carreta, y le soltó al pobre pisado tres plomazos. ¡Tres
plomazos!
Nombre, si el Byron es de a
huevo, vos; lo que pasa es que es como un animal carroñero, el serote: y le
gusta la carne de las cosas muertas.
(Columna publicada el 31 de
octubre de 2013.)
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