El Musgo
Al principio
nadie le dio excesiva importancia, pero luego se hizo evidente que: 1) en efecto había una especie de Entidad Inquietante
en forma de Musgo proliferando en calles y colonias; 2) que no era precisamente
Cosa pacífica y bienintencionada.
Rubén, él,
empezó a notarlo de camino al trabajo. Vio las manchas crecer arriba en los
edificios del centro. Las cornisas pronto dejaron de estar completas, se
borraban: ¡el Musgo comía inmuebles!
Primero fueron
las cornisas, luego todo: donde salía el Musgo, las cosas, también las
personas, sencillamente desaparecían.
La discusión
reventó a nivel nacional, dando lugar a muchas teorías religiosas y baktúnicas.
Una hipótesis implicaba la presencia de un Macroorganismo Extraterrestre que
una nave espacial hubiera depositado inicialmente en el helipuerto privado de un
centro corporativo de la zona 10 y que después se hubiera aerotransportado a
otros puntos de la urbe. También se decía que los gringos estaban probando una tecnología
armamentista de nanopartículas nanoparticularmente letales: después de todo, no
sería la primera vez que los gringos experimentaban con seres chapines.
El Musgo siguió
asfixiando–erosionando la ciudad, y su contenido material y humano. Y la gente loca
por salir de la metrópoli, en carro o a pie (pero a los que iban a pie rápido
los alcanzaba el Musgo, los embuchaba).
Fue buena
suerte para Rubén que pudiera subirse a uno de los últimos buses extraurbanos
en salir de la capital. Fue mala suerte que el chofer anduviera completamente
borracho y se empotrara en un tramo clásico de la Interamericana y todos los
pasajeros murieran lo mismo.
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