'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







La Sonia


La Sonia es la madre. Es la amiga. Yo no soy amigable, ni tengo amigos, pero tengo una amiga, y es la Sonia.

En la infancia jugábamos: que yo era un avión, mírenme volar. O bien la Sonia me hacía aquellos panqueques, y es claro que los hacía de felicidad. Trabajó parejo para sacarnos adelante, a mí y a mi hermana. Me gustaba cuando íbamos oyendo Fletwood Mac, en la cucaracha, ya en la noche, regresando a casa, allá en la zona 18. Años más tarde, habría de esperarme, despierta, en otra casa, y yo siempre embrutecido de alcohol, llegando a horas harinosas, indecibles (destruyendo el organismo que ella misma había tanto cuidado). Siempre ha estado allí en cada crisis –y en cada crisis nerviosa. Me ha dado incontables veces su apoyo, el que sea, sin pedir jamás nada a cambio, ni jamás manipular. Es decir que no es maciza ni se mete en la vida de uno, como esas madres codependientes que parecen más que madres espinas.

Dirán muchos engasados que sus mamás son intachables, medio santas, pero en el caso de la mía es problemáticamente cierto. Me irrita sin mentira que una persona pueda tener tan pocos defectos.

Escucha como nadie. Y sin juzgar. Mis innumerables neurosis. Mis quejas. Mis charlatanerías. La Sonia es mi confidente absoluta –quién sino ella. Siempre ha estado allí. En las horas rudas, y también en los momentos de gracia.

Los años le han ocurrido a la Sonia. No sé cuantos, algunos, no recuerdo. Uno pide que no le sigan ocurriendo, que no muera. Pero la verdad es que está viva como nunca. Pudor de escribir de la Sonia –de mi madre– no tengo. Puta, si a ello se lo debo todo. Traigan la guitarra.


(Columna publicada el 13 de junio de 2013.) 

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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