La partícula local
Nota: no
sucumbir al mito literario de lo popular, abusando del lenguaje fachovernacular
y de la estrategia costumbrista, una estrategia en el fondo superficial, y
sobre todo una forma mentirosa y condescendiente de dirigirse al pueblo.
Desde el
momento en que alguien busca destacarse como algo enmarcado en una identidad
local ya se ha falseado, completa y monolíticamente.
Lo popular no requiere
percibirse como tal, y cuando lo hace es que ya ha tomado distancia de sí mismo;
por querer ser lo que se supone que es, termina autoalienándose, y en esa
voluntad de ser dos veces termina no siendo nada.
No significa
que debamos despojarnos de lo cercano o dejar de explorarlo–estimarlo–estimularlo.
No es eso. La cosa es reconocer que no existe partícula local que no sea de
hecho irreductible, flotante, centrífuga y alterizada.
El problema lo
traen aquellos gendarmes que creen que sus versiones de lo local son superiores
a las de los demás. Autores reduccionistas y culturalmente peligrosos, que
terminan encerrando lo propio en lo propio. No es lo propio real –que no existe
sino como devenir y latencia– sino lo propio interpretado, monopólico, la peor
forma de lo propio que existe.
A veces el
esencialismo pseudopopular es la gorda táctica de quienes no tienen amplitudes
y recursos para ir más allá de lo que creen ser, siendo lo peor que sus
escritos tienen una segura fecha de caducidad. Nada que se aleje de lo otro
puede durar en el tiempo, a no ser como ameno tetunte sociolingüístico y galvánica
folkloridad.
En fin, dábamos
por zanjada esta discusión hace más de medio siglo. Pasemos ya a otra cosa.
(Columna
publicada el 20 de junio de 2013.)
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